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Coronavirus: La criminalización de los centros de mayores

  • El autor reflexiona sobre lo que está ocurriendo en los centros de mayores y el tratamiento que se está dando al asunto en determinados ámbitos

El abogado Ernesto Sanguino.

El abogado Ernesto Sanguino. / Juan Carlos Vázquez

Asisto, perplejo, al hostigamiento que están sufriendo las residencias de mayores por parte de algunos políticos (¿oportunistas?) y por ciertos medios de comunicación. Los primeros, nos han dado a entender, generalizando de forma errónea, que en tales Centros se descuidan negligentemente a nuestros mayores, humillándolos al no ser atendidos como merece todo ser humano, máxime cuando ya no pueden valerse de sí mismos con la presteza de su olvidada juventud.

El otro prisma nos lo traen algunos informativos, que han convertido el doloroso fallecimiento de varios residentes en un auténtico reality, con periodistas postrados en distintas puertas de estos Centros, para informar, en tiempo real, de cuanto podía suceder de puertas adentro.

Esta visión de que los empresarios que dirigen estos negocios son unos auténticos criminales que, al parecer, no han adoptado las medidas necesarias para evitar tantos óbitos, no sólo no es cierta, sino además tremendamente injusta. Es más, se ha llegado a decir cómo no se entiende que estos empresarios deberían haberse adelantado a dar soluciones a la pandemia que nos asola, implementado medidas que casi ningún gobierno del mundo ha ejecutado.

En España hay casi 400.000 plazas de residencias de mayores, siendo la mitad de ellas de ámbito privado y el resto están gestionadas por la administración pública. Si analizamos en número de fallecidos, el porcentaje no es, ni por asomo, asunto para ser criminalizado sin más; sobre todo si partimos de una premisa fundamental: nuestros abuelos son una parte de la población de mayor vulnerabilidad, por lo que es del todo punto lógico que en este sector se concentren una mayor mortandad como consecuencia del Covid-19. Es más, no se sabe a ciencia cierta si los ancianos que fallecen tras su estancia en los Centros es mayor o menor que aquellos que mueren en sus domicilios o en los hospitales, sin haber estado previamente residiendo en un Centro. La clave de este desconcierto radica en que a estos últimos no se les hicieron prueba de contagio alguna.

Pero hay un dato en el que no todo mundo ha reparado de forma objetiva: los centros de mayores no son centros sanitarios. Son lugares en donde se promueve el envejecimiento activo, mejorando la calidad de vida de la tercera edad y, lo que es primordial, se palia de forma exponencial la soledad en donde muchos estarían sumidos, contrarrestándose así al promover una constante convivencia con otras personas del mismo entorno, a través de actividades físicas, culturales y de ocio, entre otras.

El pretender que cada habitación de una residencia sea sinónimo a la de una clínica u hospital, es tan absurdo (y de necios) como comparar valor con precio, como atinadamente definió Antonio Machado.

Los centros de mayores de nuestra nación han tenido el mismo acceso a mascarillas, geles, guantes, test y otras medidas paliativas que el resto de ámbitos, o sea, nulo. Si hemos visto a sanitarios enfundados en bolsas de plástico en los mejores hospitales de Madrid y en otras muchas ciudades de nuestro país, cómo vamos a exigir que una residencia de la tercera edad esté mejor dotada que el sector clínico. Y lo que es peor... ¿no hay más de 25.000 sanitarios (digo bien, sanitarios) infectados, cuando se les presupone que trabajan con absoluto aislamiento y conocedores de las medidas a adoptar de forma casi automática?. Mayor contradicción no cabe.

Pero no es la única incoherencia, ya que los Centros de Mayores y los hospitalarios no son la misma cosa, aunque se les asimile bajo el paraguas de un mismo ámbito. En este sentido, la clave está en la elección. Acudir a un Centro de Mayores determinado es una opción, sin embargo ir a un centro hospitalario no lo es, en la inmensa mayoría de los casos, sobre todo en este estado de alarma. Son necesidades distintas con soluciones bien diferentes. 

Con todo esto no digo que no haya algún empresario sin escrúpulos que no haya sido diligente en el quehacer de su compañía, pero es hora de reconocer a miles de personas (las que trabajan en los Centros de Mayores) entregadas de forma abnegada a hacer felices cada día a los que llegaron a la edad de las canas, con esa enorme y perenne sonrisa que se atisba tras la tela de sus antifaces higiénicos. 

Ser diligentes y atentos con nuestros mayores es la prueba irrefutable de que somos una gran nación que sabe reconocer el esfuerzo que nos han legado los que acarician el ocaso de su misión en la vida.      

Ernesto Sanguino Gómez.

Socio Director de Sanguino Abogados.

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