La caja negra

Tengamos la Feria en paz, señor Marín

  • El consejero de Turismo se empeña en que no se cancele la fiesta para contentar a los empresarios del sector. Hay que explicarle al vicepresidente quiénes montan la fiesta, que son familiares, particulares y entidades, amén de que no habrá ambiente tras 20.000 muertos y una fuerte crisis económica

Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía y consejero de Turismo

Juan Marín, vicepresidente de la Junta de Andalucía y consejero de Turismo / M. G. (Sevilla)

Una periodista sentencia en una tertulia de televisión: "El verano está amortizado". Todos asienten. Facua recomienda no reservar vuelos ni hoteles para la próxima temporada alta porque después pueden producirse muchos problemas a la hora de reclamar el reintegro de los importes: "Agencias y aerolíneas ponen trabas para devolver el dinero". Y el consejero de Turismo de la Junta, Juan Marín, apuesta por aplazar la Feria a septiembre y en ningún caso optar por su suspensión.

Es curioso. Los cirujanos malos siempre están dispuestos a abrirte en canal. Los fontaneros con prisa siempre son proclives a cambiarte entero el inodoro o a tirarte cuatro o cinco azulejos. Y el político al uso nunca quiere dar una mala noticia y siempre prefiere mantenerlo todo, absolutamente todo, con la coartada infalible del empleo. A este Marín conviene enseñarle en un par de sesiones qué es la Feria de Sevilla, como Zapatero aprendía la economía en dos tardes según Jordi Sevilla.

El sueño de la economía genera monstruos. La Feria no procede en septiembre por varios motivos. Primero, porque todo apunta a que la Delegación de Fiestas Mayores, donde sí hay quienes entienden la Feria, como el teniente Cabrera y el muy competente Carlos García Lara, lo van a desaconsejar. La Feria se tarda muchos meses en sacar adelante. Y es una fiesta que organizan fundamentalmente las familias, los particulares y las entidades con dinero de su bolsillo, que a este que escribe le han pasado la enésima cuota de 150 euros hace menos de un mes. Los empresarios de las atracciones ya han dicho que no vendrán en septiembre ni aunque sea por cuatro días. Segundo, porque para organizar una fiesta en septiembre hay que empezar a trabajar como mínimo en junio. Contratar montadores, camareros, electricistas, guardias, etcétera.

Tercero, porque se solapa con los preparativos de la Feria de 2021. ¿Sabe, señor Marín, cuándo se coloca el primer tubo de la Feria de Sevilla? En diciembre, con más frío que en Siberia y con la primera copa de manzanilla en la mano. La Feria ocupa casi un año entero entre las operaciones de montaje y las de desmontaje, que nos lo enseñó el que más sabe del mundo de la Feria, que es Rafael Carretero. Distinto es, señor vicepresidente, que usted quiera montar un sucedáneo, un trampantojo, una Feria de pastiche para contentar a multinacionales y otros “operadores” del negocio del turismo.

Si con el no también se educa, no digamos cómo se gobierna. Haga la prueba y diga que no alguna vez a los administrados. No pasa nada, somos adultos. Pero ustedes nunca quieren decir que no y nos tratan como a niños tontos con tal de contentar a los extranjeros que no van a venir, porque no estará el horno para bollos ni la sartén para torrijas. Que le cuente el alcalde, señor Espadas, las cartas que ya ha recibido de presidentes de casetas medianas y grandes sobre los problemas que acarrearía el montaje de una Feria a finales de septiembre. Claro que Espadas aguanta el tipo por no darle el disgusto a su concejal de Turismo, Antonio Muñoz, que se le han caído los palos del sombrajo con esta pandemia.

Y en cuarto lugar, señor Marín, ¿usted cree que habrá animación para que las familias comiencen a montar una feria antes de agosto? Cuando rozamos los 20.000 muertos, el 20% de paro y el mapa del mundo está manchado de rojo por la presencia del virus. Ayer mismo nos lo contaba el promotor de una de las casetas de referencia del real: “Nosotros necesitamos 70 días para montarla y 30 para desmontarla. Sueldos, alquileres, grupos... Y ya hemos gastado un mes en sueldos y en el montaje y el desmontaje, ya que hemos quitado todo lo que podía ser goloso para los cacos... Si se hace en septiembre nos va a costar casi el doble y sin garantías de que se pueda hacer. ¿El Ayuntamiento va a resarcirnos si al final no se organiza?”. Déjenlo, de verdad, no hace falta que nos hagan de animadores. Los ciudadanos no somos huéspedes de un hotel con piscina donde nos ponen música para hacer gimnasia en el agua.

La Feria es en primavera, como la Semana Santa. Y si llueve o hay causa de fuerza mayor, no se celebra ninguna. No pasa nada. Se espera al año siguiente. En septiembre hace un calor húmedo insoportable, las cuentas corrientes tiritan, la Visa muerde como vayas a cogerla, hay que pagar el material escolar, los trajes no caben en los cuerpos tras los excesos de sardinas. En su caso, consejero, quizás de langostinos. Y le alabo el gusto. Septiembre es el mes de los cateados, de la fiesta de la Cruz y de las dos corridas de San Miguel. Déjelo, Juan, déjelo.

Dice además la Consejería que hay una hiperdependencia del turismo. ¡Toma del frasco, Carrasco! Les ha tocado la muñeca chochona a los caballeros, aunque no haya tómbola este año. Pues trabajen para reducir nuestro papel de camareros de Europa, abran nuevas vías, hagan una economía menos subordinada a los visitantes. ¿No son el Gobierno del Cambio? Pues cambiemos el modelo productivo para que no sirvamos tantas sangrías y tanta ración de melón con jamón. Ahora resulta que quieren forzar una Feria para que los empresarios del turismo puedan hacer caja. Y como les dejen fuerzan una Semana Santa.

¿Pero aquí mandan los señores de los hoteles y los bares? Son los poderes fácticos de una economía de hamaca, matasuegras y cócteles, ya sean con santos o con farolillos. Mire, consejero, vale que le hayamos dejado presumir de que Magallanes y Elcano salieron de la preciosa Sanlúcar (tururú), que en realidad salieron de Sevilla y pararon en Sanlúcar como después lo hicieron en Canarias, pero no nos organice la Feria de septiembre. Porque mi Juan, que así llaman sus buenos amigos al alcalde, no va a ser capaz de darle al botón del alumbrao en septiembre. Se lo digo yo, señor consejero. Y el alcalde acertará de pleno. Deje en paz las fiestas, no haga descansar la economía en ellas.

Menos placebos y más trabajo en otras vías. Además, consejero, yo no me veo en una Feria sin ratón vacilón. Permítame el comentario personal. Pase que ya no pongan el puesto de las carreras de camellos. Pero sin el ratón que da vértigo y sin el vino de Cariñena del puesto donde el muñeco del maño pisa las uvas, la verdad es que eso no sería ni una Feria ni ná. Ese sabor del vino subiendo por el barquillo… Eso tiene usted que probarlo, consejero. Tanta Guita…

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