La caja negra

Las tabernas no tienen escudo social

  • A Juan Espadas le toca defender la hostelería sevillana en Madrid. Los bares se van a la ruina con las medidas del Gobierno de Sánchez. 

El popular kiosko de Abilio en el Parque de María Luisa

El popular kiosko de Abilio en el Parque de María Luisa / Juan Carlos Vázquez (Sevilla)

Agentes de los dos cuerpos policiales vigilan las salidas de la ciudad. Este viernes es festivo, por lo que el jueves presenta un alto riesgo de que el personal irresponsable pretenda marcharse a las playas. Miran coche por coche. No paran a los servicios públicos, pero escrutan el número de viajeros. De pronto le preguntan a un taxista: “¿No lleva a nadie?”. El conductor responde con desdén: “Si quiere mirar el maletero…”. Cada control en las salidas hacia Huelva y Cádiz supone una retención aislada en una ciudad que sigue vacía.

Hay casetas de Feria que continúan con las lonas puestas. La radio cuenta de nuevo las chapuzas en la compra de mascarillas. Y las normas para salir a partir del sábado. Este Gobierno no sabe hacer pedagogía, que era justo lo que reprochaban al PP de Rajoy con la crisis de 2008. Los hosteleros se declaran de brazos caídos. No renta abrir el negocio. España se sostendrá, pero gracias de nuevo a las pensiones, la economía sumergida y a organizaciones como Cáritas y el Banco de Alimentos.

España será una gran Andalucía. Nosotros llevamos así desde que se aprobó la autonomía, como reconocen economistas y políticos de todas las tendencias, a pesar de los evidentes avances que nos ha traído el autogobierno. La Junta ofrecerá tarjetas monedero de 250 euros a las familias que se hayan quedado excluidas por efecto de la crisis social y económica que sigue a la sanitaria. Se trata de una medida que ya aplica con éxito la Fundación de la Caixa en el Polígono Sur, donde ofrece una tarjeta que se va recargando previo acuerdo con determinados comercios de la zona. Hay determinadas restricciones, como la compra de alcohol o bollería industrial.

Harían bien en la Consejería de Igualdad y Servicios Sociales en ponerse en contacto con los responsables de esta fundación. Ellos son los que tienen más experiencia con este sistema. Por cierto, hay quienes rechazan hablar de caridad a la hora de valorar algunas ayudas que la Administración ofrece durante esta pandemia. Como si la caridad fuera algo vergonzoso, denigrante o de baja calidad. Prefieren el término solidaridad o la expresión acción social. No se explica semejante reticencia, salvo que haya un rechazo soterrado a la Iglesia. La caridad y la misericordia no son valores por los que precisamente haya que sonrojarse. Y Cáritas de España lidera con mucha diferencia la clasificación de organizaciones que ayudan a quienes lo necesitan sin mirar el credo. Esas ayudas comprenden desde alimentos al pago de recibos, pasando muchas veces por la renovación de la tarjeta de Tussam o cualquier trámite administrativo a personas a las que les cuesta trabajo este tipo de gestiones. Una caridad de vanguardia y actual que tal vez sea desconocida para quienes rechazan el término. Debe ser mera ignorancia, o prejuicio trasnochado. O simplemente, como dicen los psiquiatras, que esta pandemia nos vuele tarumba.

Por la tarde hay algunos niños que juegan en las setas. Son pocos. No hay informativo donde no aparezca algún representante sectorial denunciando que el Gobierno no ha hablado con el gremio para tomar ciertas medidas. Se quejan los abogados, los peluqueros y los taberneros. Como en su día se quejaron los sanitarios y los farmacéuticos. Se duele demasiada gente de lo mismo.

Los dueños de los principales restaurantes de Sevilla ya han dicho que no abrirán. A Juan Espadas le tocará la difícil tarea de hacerse oír ante el Gobierno. Alguien tendrá que defender los intereses de los miles de bares de la capital. O simplemente explicar que no se puede mantener el cien por cien de la plantilla con sólo el 30% de aforo en la terraza. No cuadra la hoja de Excel ni la del sentido común. Espadas es el principal alcalde del PSOE en España. Los socialistas no tienen una referencia más potente en el municipalismo. Damos el turismo por moribundo, pero no debemos dejar una hostelería agonizante con una posibilidad de apertura que en realidad es un dardo envenenado, una ensaladilla con salmonela o una copita de rosado con gaseosa. A los establecimientos familiares puede que les resulte rentable la apertura, pero no son la mayoría de los negocios.

Hay quien recuerda con toda precisión el despropósito del Gobierno de Zapatero con ocasión de la Ley Antitabaco. Los negocios se gastaron un dineral en aislar zonas con cristaleras que después no sirvieron para nada porque con el paso del tiempo (poco) la prohibición de fumar fue absoluta. ¿Recuerdan, por ejemplo, los hornos de San Buenaventura con aquellas peceras para fumadores? Una inversión para nada. ¿Quién se fía ahora de este Gobierno que puede cambiar varias veces una misma normativa? ¡Si lo ha hecho hasta en el mismo día! Lo más sensato para no perder más dinero de la cuenta es quedarse quieto. El que pueda que siga haciendo comida para llevar, como tantos negocios de los barrios, aunque hay platos que no saben igual, como dice Jesús Becerra. Hasta Casa Yebra, que tanto le gusta a la Doble Eme (Monteseirín y Marchena), se ha puesto a cocinar para la calle con pedidos mínimos de 30 euros. ¿Quién defiende hoy a los bares de Sevilla en Madrid? ¿Dónde está el escudo social de los bares?

No hay vicepresidente que saque pecho por la hostelería española. Aceptamos que la oposición está llena de “parásitos”, según Pablo Iglesias (¡Marchando ración y media de perfil institucional!), pero el Gobierno tiene sobrados recursos para estar mucho más activo y dialogar con la patronal, los sindicatos, los bares, los jueces, los letrados de la Administración de Justicia, los abogados, los procuradores, los peluqueros, etcétera.

El presidente Moreno no estuvo en la comisión general de Comunidades Autónomas del Senado. Estaba en San Telmo con el observatorio económico que preside el consejero Rogelio Velasco, donde la sesión contó con la aristocracia del ladrillo, las nueve constructoras más potentes con intereses en Andalucía: Dragados (ACS), FCC, Sacyr, Acciona, OHL, Azvi, Sando, Martín Casillas y Ferrovial. El ladrillo, el icono de la crisis en 2008. El virus, el causante absoluto de la de 2020.