La caja negra

El descaro del sevillano: "Tienes que venir a esta fiesta"

  • Cuidado con los que estos días invitan con la perífrasis por delante, la exhortación propia del que da por hecho que todo el mundo es igual y quiere estar en todos los saraos

Una calle del centro con ambiente navideño

Una calle del centro con ambiente navideño / Antonio Pizarro (Sevilla)

Un restaurante convoca a la presentación de sus menús de Navidad. “Tienes que venir”. Un empresario organiza una merienda en suntuosas estancias con exquisita decoración navideña, idónea para que entre Isabel Preysler en cualquier momento con una pirámide de bombones en una bandeja de plata. “Tienes que venir”. La zambomba de la comunidad de vecinos, la bendición del belén de la hermandad, el primer trozo del rosco de reyes que a este paso lo abrimos en la Inmaculada, la comida de Navidad de los de la caseta, de los las sillas de Semana Santa, de las amistades de la playa, de los padres del colegio, de los amigos del club... “Tienes que venir”. Y el horror de los horrores: “Tienes que estar en el grupo de chat”.

Hace unos días ya ocurrió al paso del Gran Poder por la sede de una empresa que invitó a presenciar al Señor desde su balcón. “Tienes que venir, se trata de una sociedad muy importante”. Todo el mundo remite estos días por teléfono los tarjetones (que riman con blandones... de la Catedral) para que reserves la fecha. Y tarde o temprano te sueltan la coletilla: “Tienes que venir”. En Sevilla se usa el “tener que” con una facilidad tremenda. Bien mirado, es preferible el uso de esta perífrasis en cuerpo de letra bien grande que la estupidez pretenciosa del Save the date.

Todo el mundo da por hecho que te encantan sus celebraciones, que en esta ciudad no se puede vivir sin estar en ciertos saraos, que te pirras por ir a sus encuentros, fiestas, presentaciones y demás farfollas. Y ahora que hemos salido de los peores meses y antes de que lleguen las nuevas restricciones, ¡vaya tela cómo aprietan algunos a la hora de invitar, cuando en realidad lo que hacen es exhortar! Porque les falta echarte la soga. ¿Qué será de las fiestas mayores si es que nos dejan vivirlas con cierta libertad? Los Romeros de la Puebla nunca imaginaron que el sentido de su célebre pregunta (“¿Dónde estaré, Dios mío, la próxima primavera?”) podría ser otro bien distinto.

Existe una modalidad añadida en el caso de los periodistas. “Tienes que escribir”, “tienes que decir”, “te voy a decir lo que tú tienes que investigar...”. En la ciudad en la que pocos dan la cara, pretenden que la demos siempre los mismos. Tururú. Ahora que hay redes sociales, ahora que todo el mundo tiene un altavoz, es magnífico poder responder: “Dilo tú en tu perfil social”. Aquí el personal quiere dirigir el ocio de los demás y que haya otros que firmen sus opiniones. Si los han tratado mal en un bar que lo diga otro. Y si hay una cuchipanda importante, que vayas como un florero, sonrías como un pardillo y cumplimentes como un vasallo.

Pues mire usted, en Sevilla hay pocos ejemplos de los de “tener que” hacer algo o “tener que estar” en un sitio. El 90% de los casos en los que se usa esta perífrasis son prescindibles. Desconfíe usted cuando le quieran modificar su voluntad de forma tan directa. Diga eso de que no es pájaro de balcones en Semana Santa, donde un tío que no conoce de nada le da una brasa de tomo y lomo; ni practica el de Oca a Oca en la Feria para pasar de una caseta a otra, cuando se emplean 45 minutos de media en cada una para hacerse con un sitio; ni visita a amigos en sus apartamentos de la playa porque hay que llevar una muda de bañador y usted, además, es de siesta en su propia cama.

No, no tiene usted que salir el mediodía del próximo 24 de diciembre, porque los pocos bares que abren están atestados, los camareros enojados porque quieren irse a casa pronto, y el personal se alicata más de la cuenta por temor a la noche. Aplique lo mismo para el mediodía del día 31. Pase de toda la fanfarria que le vendan como obligación no escrita. ¿Qué me dicen de tener que ir al centro a ver las lucecitas? ¿Y a merendar en la calle en esas tardes de Navidad donde las cafeterías no tienen perchero y siempre hay una silla con todos los abrigos apilados hasta que llega un gracioso y pregunta si el asiento está libre? No, hombre, no. No hay necesidad de pasar ese calvario. El lío que se forma cuando hay que devolver cada abrigo a su dueño es morrocotudo. En los bares de Sevilla hay aire acondicionado, pero no percheros. Ni los habrá ahora que estamos todavía con la amenaza de la pandemia.

El peor ejemplo es el de tener que regalar. Uf. En muchísimos casos, ¿para qué? Los Reyes Magos son para los niños. ¿O no? Libérese de compromisos que no le reportarán nunca nada bueno, donde no tiene nada que ganar y, por el contrario, tiene absolutamente todo que perder. Sea malaje de vez en cuando. Es rentable y gratificante. Al final, tenga claro que siempre habrá quien le diga en privado, al oído, cuando nadie mire: “Tú sí que sabes, pero yo no me atrevo a ser así”.

El gran mérito en esta ciudad es saber decir que no, soltar lastre de pesados y aprovechados y, eso sí, pagar la factura de la libertad. Mucho más cara que la de luz. Pero se duerme estupendamente. Y eso sí que tiene usted que hacerlo: dormir a pierna suelta.

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