Patrimonio Histórico

Los huesos sin valor

  • Ninguna Administración interviene ante el atropello cometido con restos arqueológicos a plena luz del día en la Plaza del Salvador. Sevilla es experta en guardar silencio.Y el turismo no busca autenticidad, sino experiencias propias de la sociedad de consumo

Huesos en una escombrera de la obra el pasado agosto

Huesos en una escombrera de la obra el pasado agosto / M. G. (Sevilla)

EN Sevilla ocurrió que una mañana de primavera bajaron el Giraldillo, dejaron la torre sin veleta, y nadie se dio cuenta hasta que el Cabildo Catedral difundió un comunicado. La ciudad respondió con el hondo y espeso silencio que es marca de la casa. No pasó absolutamente nada en aquellos primeros días. El símbolo por excelencia de la ciudad había sido retirado ante la indolencia de la población. El pasado 23 de agosto aparecieron restos humanos en la obra que se ejecuta en la Plaza del Salvador. Se apreciaron cerámicas y los muros del cementerio exterior al templo, fechado entre los siglos XV y XVII.

Cualquier viandante podía contemplar un fémur o un húmero en una escombrera, como si fuera el desmontaje de una caseta de Feria, donde se acumulan los farolillos, las maderas rotas y los urinarios. Con toda naturalidad y con escandalosa desfachatez. Todo ello a plena luz del día. Una obra se renovación del tendido eléctrico, con zanjas de más de metro y medio de profundidad, ofrecía la oportunidad de estudiar el entorno de un edificio que en otras ciudades sería una catedral. La Sección de Arqueología del Colegio de Doctores y Licenciados denunció a la Junta de Andalucía la aparición de los hallazgos “sin que se estén atendiendo las cautelas arqueológicas que corresponden al entorno de un Bien de Interés Cultural”.

La Junta constató los hechos

La Junta, caso insólito, respondió con rapidez requiriendo información al Ayuntamiento tras “constatar los hechos denunciados”. El Ayuntamiento asegura que ni la Consejería de Cultura, ni la Comisión de Patrimonio han solicitado la revocación de licencia de la obra, ni la empresa ha planteado ningún estudio arqueológico, tal como estaba obligada por ley y por el contenido de la licencia concedida, según precisa la Gerencia de Urbanismo.

Los huesos a la basura

Está claro que el Ayuntamiento no se da por enterado de los escritos firmado por la jefa de Servicio de Bienes Culturales. La empresa sigue con la obra, los huesos se van a la basura y la Junta no se impone con una orden de paralización. Cuesta imaginar qué ocurriría si los huesos, la cerámica y los muros aparecen en la romana Piazza Navona, en cualquier ciudad que cuidara su patrimonio como seña de identidad y como verdadero polo de atracción basado en la autenticidad, no en centros de interpretaciones, montajes virtuales y otras gaitas a las que son tan aficionados los políticos parlanchines. Aprecien las fotografías del 23 de agosto y las del 5 de septiembre. ¿Qué ha pasado? Nada. Nunca pasa nada. Nadie ha parado la obra, ningún inspector ha elevado una denuncia. Pero sí se ha confirmado la veracidad de los hechos ¿Entonces qué ocurre? Los huesos no tienen valor. La ciudad no tiene cultura conservacionista. No se ama lo que no se conoce.  

La obra a pleno rendimiento el pasado jueves La obra a pleno rendimiento el pasado jueves

La obra a pleno rendimiento el pasado jueves / C. N. A. (Sevilla)

El sevillano medio es feliz pensando que tiene la ciudad más bonita del mundo. Y es cierto que viajando se aprecia más Sevilla, pero eso no exime de presenciar barbaridades como las que todavía se perpetran a la luz del día en todo el centro sin que nadie haga nada. Ni la Administración Autonómica, ni la Municipal, ni por supuesto ninguno de los muchos defensores del ciudadano con salario o dietas públicas. El muerto a la escombrera y el cable al hoyo. Todos hacen la vista gorda en la ciudad que mejor sabe guardar silencio ante los atropellos. Sevilla es una ciudad experta en el arte de callar y que en la edad contemporánea ha demostrado que sólo se echa masivamente a la calle por asuntos de fútbol, que hoy es el verdadero opio del pueblo. La legislación de patrimonio es papel mojado. Los conservacionistas son pregoneros en el desierto. Y los arqueólogos son los únicos que vigilan, como animosos gladiadores, pero con las fuerzas limitadas.

Da igual que se derribe el patrimonio. El turismo actual no demanda autenticidad ni conocimiento riguroso, sino experiencias para ser difundidas en el terreno líquido de las redes sociales. A Sevilla le basta con la vitola de ciudad hospitalaria, rica en historia, monumentos y con buenos bares (tururú). La excelencia y el turismo casan mal en la sociedad de consumo actual donde lo que importa es contar turistas y difundir el ascenso de las cifras. Antonio Muñoz es una suerte de Conde Draco que nos riñe a los que criticamos el exceso del turismo mientras canta los miles y miles de visitante que llegan a Sevilla. Unos visitantes a los que les importan un pimiento frito (con sal) los huesos de nuestros antepasados, los muertos del Salvador, los muros del siglo XV y el conocimiento de la Sevilla cristiana de aquellos siglos. Mucha sangría, taxis, centros de interpretación y servicios. ¿La historia? Bah. Eso a quién le importa. A los arqueólogos, esos señores de la escobita que impiden el progreso cual rancios cronistas. 

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