La caja negra

La mugre creciente

  • El alcalde que recibió a Obama y disfruta de la pompa vaticana tiene el punto débil en un asunto tan doméstico como la limpieza

Basura acumulada en unos contenedores

Basura acumulada en unos contenedores / Juan Carlos Muñoz (Sevilla)

LA mugre al final emerge. Zapatero tardó en reconocer la crisis económica. Y el alcalde ha tardado en admitir que tiene un problema con la falta de limpieza en la ciudad. Sevilla ya es oficialmente una ciudad sucia con los Jardines de Murillo cerrados durante tres días para acabar con las ratas. El primer paso para solucionar un problema es reconocerlo. La ciudad en su diván cuenta las verdades al psiquiatra que quiera oírla. La percepción de suciedad no era exagerada. Ni las grandes cumbres , a la que siguen los estudios de impacto económico, ni la venta de humo al que no contribuiremos han despistado al paisanaje de la realidad: la mugre nos invade.

El otoño siempre es un problema para los alcaldes. No hay sonajeros de religiosidad popular, la Feria de San Miguel no cuajó por fortuna y la ciudad se reencuentra consigo misma por unos días antes de que ruja la marabunta navideña. Y en estos días de mirarse al espejo, Sevilla se ve sucia, con contenedores soterrados que no funcionan, con capas negras sobre el firme, con ese mal olor cíclico que no ayuda precisamente a mejorar la imagen, como tampoco lo hace la prórroga de calor que siempre empaña los inicios de octubre. De nada sirve la macropolítica de infraestructuras y reivindicaciones, si la política de infantería no funciona: policías, transporte público y barrenderos.

La recogida de residuos en el centro La recogida de residuos en el centro

La recogida de residuos en el centro / Belén Vargas (Sevilla)

Lipasam exhibe la compra de nueva maquinaria porque, efectivamente, la ciudad está sucia por mucho que el alcalde se enfade. Su antecesor tuvo que sufrir una huelga indefinida de los servicios de limpieza. Quien ha tenido los mejores resultados hasta ahora en los baldeos y barridos de la vía pública ha sido Soledad Becerril, a la que a su vez se le reprocha haber hecho muy poco en materia de infraestructuras y grandes proyectos. Soledad capitalizó el logro de los Jardines del Prado y tuvo como símbolo de su mandato la escoba de oro concedida a la ciudad.

A Espadas le han dado un escobazo en materia de limpieza. Y eso escuece cuando uno estaba hace unos meses en la gala de los Goya, la semana pasada en Nueva York, hoy en el Vaticano entre cardenales y padres sinodales, y en breve en la ceremonia de la MTV. Hace falta mucha paciencia para encajar ciertas críticas domésticas cuando se vuela a ciertas alturas, cuando se afrontan retos como el fomento del eje turístico con Málaga, Córdoba y Granada, o todas esas acciones encaminadas a “posicionar” la ciudad en el mercado internacional. ¡Ay, estos sevillanos que no salen de lo mismo siempre!, pensará el alcalde. Pero la política municipal tiene unos límites, al igual que la autonómica o nacional también tiene los suyos y no puede descender a detalles municipales por mucho que en tiempos se dijera que el vicepresidente Alfonso Guerra decidía hasta las ubicaciones de los principales kioskos de prensa de Sevilla.

Un alcalde con bula

La gran ventaja de Espadas es que no se presentará de nuevo a la reelección, lo que le permite cierto margen para los fallos. Casi le basta con no meter la pata y poner a funcionar cuanto antes los dieciséis nuevos vehículos de Lipasam. El alcalde socialista tiene bula, nunca mejor dicho, para pasearse por la Roma de los cardenales. A Zoido ya le hubieran estado reprochando su afición por la pomposidad vaticana, o exigiendo una separación nítida entre su condición de alcalde de todos y su credo particular. Pero ya se sabe que la izquierda goza de ciertas ventajas.

¿Qué hubiera sido de un regidor del PP aludiendo a la necesidad de externalizar servicios de Lipasam? Siendo como es, el alcalde ha logrado dos concejales más. ¿A cuenta de qué se iba a privar de los viajes que en otros tiempos se le afeaban a Monteseirín? Los posibles problemas serán para el siguiente candidato del PSOE a la Alcaldía si la ciudad no mejora en cuestiones domésticas como la limpieza. El bueno de Juan –hormiguita trabajadora– está ya con otras miras y sabe que muy pronto comenzarán los codazos por la sucesión dentro de su propio grupo municipal y, por supuesto, en el partido.

El alcalde que recibió a Obama, que multiplica los hoteles de cinco estrellas, que puebla el casco antiguo de turistas que se dejan las perras en nuestros bares, es el mismo al que la ciudad, ingrata, acusa de falta de diligencia en las tareas de limpieza. La cruel oposición venga a sacar vídeos de ratas, mientras el gobierno local mete a Sevilla en la denominada red de ciudades inteligentes. Nadie sabe como hasta ahora hemos podido vivir sin ser patrimonio de la humanidad ni tener reconocida la inteligencia como urbe. Si hemos esperado tanto tiempo para lograr ambos objetivos, podemos esperar lo que haga falta para que el alcalde deje las calles como las del Vaticano. Limpias como una patena. Que sólo nos va a faltar una sección de la Guardia Suiza por la calle Sierpes con tanto cardenal, tanto sínodo y un alcalde tan pío.

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