La caja negra

Un paseo doloroso por Sevilla

  • Manteros en Sierpes y Tetuán, hasta tres filas de motos ahogando un monumento, un edificio catalogado en reconstrucción en San Bernardo, colas de extranjeros en el Alcázar y en los supermercados del centro... A Sevilla le sienta cada vez mejor el tiempo ordinario, sin fiestas de ningún tipo

La calle Sierpes invadida por los  manteros

La calle Sierpes invadida por los manteros / M. G. (Sevilla)

LAS principales calles comerciales de la ciudad tomadas por manteros que tienen perfectamente organizada la retirada exprés al oír el silbido que anuncia la proximidad de los policías locales. Un templo que es Bien de Interés Cultural, restaurado con fondos públicos de la Junta de Andalucía, ahogado cada mañana por dos y tres filas de motos que asfixian la fachada, la placita que debe darle perspectiva y los pequeños jardines. Un edificio regionalista que fue destruido en el arrabal de San Bernardo y del que ahora se levanta una copia como si fuéramos tontos y no supiéramos que ya no queda nada de la denostada autenticidad.

Un paseo por el casco antiguo de una gran capital como Sevilla en estos días de pascuas no es precisamente una experiencia agradable, no ya por las bullas de gente que camina para ver no sé qué espectáculo de luces, que da igual que sean bombillas que pasos, lo importante en consumir.

Aparcamiento indiscriminado de motos junto al templo de San Isidoro Aparcamiento indiscriminado de motos junto al templo de San Isidoro

Aparcamiento indiscriminado de motos junto al templo de San Isidoro / M. G. (Sevilla)

La despreocupación por el patrimonio de todo tipo, tanto arquitectónico como comercial, va parejo a la observación de comportamientos extraños, como la gente que hace cola por un velador en la ciudad de los diez mil bares. No se sabe si se siente más incómodo el que espera de pie, o el que está comiendo sentado mientras no deja de mirar el plato para no observar a familias completas aguardando su turno como si fuera el de la cartilla de racionamiento.

No, no son los días de Navidad los más bonitos para pasear por el centro, porque confluyen todos los factores que generan una imagen de cochambre de la zona más noble de la ciudad. La Navidad se ha masificado en la última década como pasó con la Semana Santa en los años 90. En Navidad hay que ir al centro porque sí, como sucede en Semana Santa, pero en el caso de estas pascuas no se sabe muy bien a qué más allá del juego de luces de los cachivaches de turno que colocan en la Plaza de San Francisco, salón multiusos de la ciudad.

Edificio regionalista en reconstrucción junto al Puente de San Bernardo Edificio regionalista en reconstrucción junto al Puente de San Bernardo

Edificio regionalista en reconstrucción junto al Puente de San Bernardo / M. G. (Sevilla)

A Sevilla le sienta cada vez mejor el tiempo ordinario, el que deja el centro desnudo de supuestos oropeles y libre de bullas de gentes que caminan como patos sin cabeza. La que no se reduce nunca es la cola de espera del Alcázar, que estas mañanas navideñas ha llegado a la Plaza de la Alianza, dando además la vuelta a la fuente. A este paso habría que establecer un horario de visita para sevillanos, pues resulta imposible el acceso para dar un sencillo paseo por los jardines o tomar un café.

Si ha entrado estos días en cualquier supermercado del centro podrá toparse fácilmente con una realidad: usted es de los pocos sevillanos que hacen cola en la caja, porque la inmensa mayoría son extranjeros, sobre todo asiáticos que copan los apartamentos turísticos y acuden a abastecerse.

La realidad se palpa bien en la calle más allá de las estadísticas del aeropuerto, de la Consejería de Turismo o del observatorio de turno. Y, por supuesto, prepárense para el buenista de guardia que les diga que el turismo es bueno, que cuanto más mejor y que es fuente de riqueza.

Que le pregunten, por ejemplo, a los venecianos cómo les va con la burbuja turística que sufren especialmente en los últimos años. Hasta el Ayuntamiento de la ciudad de los canales ha tenido que sacar una normativa especial para proteger el comercio e impedir la apertura de más establecimientos de souvenirs y otras baratijas. ¿Por qué? No nos engañemos más tiempo. Porque ensucian el paisaje, chabolizan la trama urbana y aportan muy poco al PIB local.

Sigamos creyendo que el turismo desmedido es el gran maná. Continuemos sin cuidar el sello que nos hace distintos. El triunfo de la camiseta sobre la camisa es la metáfora perfecta de la ciudad que está a un cuarto de hora de perder las riendas sobre su propio futuro. Acabaremos todos cenando a las siete y media de la tarde. En el fondo es más sano.

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