La caja negra

El pozo de las vergüenzas en el Real Alcázar

  • El monumento tiene doce millones de euros en sus cuentas, pero los servicios del Patio de la Montería no están conectados a la red de saneamiento

El camión que acude de madrugada a limpiar el pozo de los urinarios

El camión que acude de madrugada a limpiar el pozo de los urinarios / D. S. (Sevilla)

LAS cosas trascendentes se fraguan en agosto o se ejecutan de noche. La luz del día es mala aliada de las operaciones con verdadero impacto. Una noche de 1984 desapareció la cruz de los caídos que estuvo durante años en el Real Alcázar, junto a la Puerta del León.

El alcalde socialista Manuel del Valle nunca firmó la orden de retirada, ni siquiera la dictó verbalmente. Simplemente no se opuso cuando sus colaboradores se lo plantearon. La cruz fue derribada y cargada en un camión mientras un vehículo de los antiguos servicios de limpieza bloqueaba el tráfico en la calle San Gregorio. Desde algunos balcones próximos se oyeron reacciones airadas, cuando los vecinos oyeron el estruendo de la cruz al desplomarse sobre el camión de carga. “¡Rojos!”. “¡Sinvergüenzas!”. Treinta y cinco años después el ruido que se soporta muchas noches en ese mismo lugar es muy diferente. Se trata del generado por el camión cisterna que limpia el pozo ciego de los servicios del Patio de la Montería, los urinarios utilizados a diario por miles de turistas, esos mismos que forman colas de espera cada mañana que no pocas veces alcanzan hasta la Plaza de la Alianza.

La visita del camión es un rito que se repite cada dos semanas. A las siete y media de mañana comienza la faena de los varilleros para limpiar el pozo ciego de esos servicios. Resulta que el monumento que tiene casi doce millones de euros en la cuenta corriente por efecto de la explosión turística no tiene conectados sus aseos con la red de alcantarillado. Cada dos semanas acude el camión desatascador para llevarse lo que dejan los turistas como recuerdo maloliente para la ciudad.

Un detalle que tiene su gracia es que hay que calcular a ojo cuándo está el pozo lleno para llamar al tío del camión con celeridad en cuanto el contenido, llamémosle así, desborda los sumideros del Patio de la Montería y del Patio del León. Todo un patio de las vergüenzas. Por eso a veces en ciertos rincones del Alcázar huele directamente a poesía... ¡No le echen la culpa a las cacas de los coches de punto! Ahora que el duque de Alba es nuevo miembro del Patronato hay quien dice que si usa estos baños puede hacerlo en las mismas condiciones que varios de sus antepasados.

Tal vez se le podría sacar rédito a esta carencia. Como ahora se trata de vender experiencias a los turistas, se podría ofertar a los viajeros dejar su recuerdo particular en el mismo sitio que Pedro I El Cruel, porque dejar se deja en el sitio durante bastante días. La de tíos con chanclas procedentes de hoteles de cinco estrellas que estarían encantados de hacerse el selfie en el locum que, además, tiene ventana hacia el Patio de la Montería. Esta experiencia no se puede ofrecer en los baños de la cafetería, por donde vivaquean los pavos reales que tan poca gracia le hacían al antiguo director conservador. Estos baños sí están conectados a la red de saneamiento de la ciudad. Al Alcázar le hace falta un Carlos III que mande construir una red de alcantarillado y buenos sumideros en los aseos del Patio de la Montería. Muchos grifos que funcionan al tacto y muchos secadores de manos eléctricos pero las aguas sucias y las catalinas se acumulan en el denominado mejor cahíz de tierra. Tururú.

Podemos hacer apuestas. ¿Se conectarán los aseos del Patio de la Montería a la red de saneamiento antes o después de la construcción de los túneles de la SE-40? ¿Antes o después del dragado del río? ¿Antes o después de la conexión ferroviaria del aeropuerto con Santa Justa? ¿Antes o después de que la confitería La Campana recupere los veladores que perdimos? ¿Antes o después de que el alcalde (“Mi Juan”) se recoja una mijita el bajo del pantalón y las mangas de la chaqueta para perder el efecto José Joaquín Gallardo?

Con lo que tardamos en Sevilla en emprender ciertas reformas, es muy posible que tengamos el camión de los varilleros de Mary Poppins en versión hispalense provocando ruido un par de veces al mes junto a la Puerta del León. Esto no pasaba en época de Romero Murube. Con lo preocupado que estaba siempre don Rafael Manzano, conservador que fue del monumento, por el efecto antiestético de la cruz de los caídos en el monumento, y resulta que ahora tenemos camión recolector de residuos en pleno territorio declarado patrimonio de la humanidad.

El Real Alcázar necesita desatascador. ¿Quién lo desatascará? Ay, mi Juan ha querido cambiar a la conservadora, pero Antonio Muñoz la ha protegido con eficacia probada. El bueno de Antonio está feliz en cultura y en Alcázar, pero los asuntos del urbanismo lo tienen sumido en la melancolía. Hay que darle ánimos al responsable del hábitat urbano. Querido Antonio, mucho peor lo tiene el operario del Alcázar al que le toca oler el lugar por si hay que llamar al desatascador. “Llégate, huele y si eso llama para que vengan esta noche”. Lo de los urinarios de la Montería, un túnel sin salida.

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