La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

Sacarse los ojos entre compañeros

Primero fueron Susana Díaz y Amparo Rubiales, ahora Teresa Rodríguez e Irene Montero... la tribuna tuitera arde

Sororidad es una palabra horrible. Por lo que queremos que signifique en la "lucha contra el patriarcado", por la realidad que de verdad retrata -si hay una lucha despiadada entre géneros es la nuestra- y por el origen mismo del término: ¡una congregación de monjas! Eso era la sororidad en el latín medieval. Hacía alusión a la "hermana carnal"; hoy, a la "solidaridad" que nos debemos las mujeres para lograr una aspiración tan legítima como escurridiza; a esa meta social que volvemos a enfangar con otro término manoseado y desvirtuado: el "empoderamiento".

La sororidad debería tener que ver con el "compañerismo" pero ha quedado atrapada entre la doctrina (machista e insolidaria) del corporativismo y la trampa (feminista y ventajosa) del victimismo.

Esta semana hemos dado un paso más. La política gaditana Teresa Rodríguez, líder de la corriente Anticapitalista, protagonista de la crisis interna de Podemos en Andalucía desde el sonoro portazo que le dio en febrero a Pablo Iglesias, no tiene otros argumentos para defender su posición en el Parlamento andaluz que esconderse en su maternidad. La han acusado de "transfuguismo", con malas artes, aprovechando que estaba de baja. Habla de un "atropello jurídico" (el letrado mayor advirtió incluso de la necesidad de contar con un informe que avalara la expulsión) pero olvida que la decisión de la Mesa afecta a todo su equipo (hombres y mujeres) para situarse en una campaña personal (porque la "odian"), de dinero ("por tocar las narices con las dietas y las bajadas de sueldo") y de género (¡cómo es posible que la ministra Irene Montero no se ponga de su lado por ser mujer!).

Irene Montero en Twitter: "Yo he tenido dos embarazos muy seguidos, siempre asumiendo responsabilidades políticas. La política no para mientras estamos de permiso (…) Sigues siendo diputada y cobras todo tu salario de política aunque te hayas ido del partido que te llevó a las instituciones. Que te compares con una trabajadora precaria despedida es bochornoso".

Teresa Rodríguez: "Pensaba que la 'sororidad' era una línea roja, un consenso incuestionable entre las que nos llamamos feministas, una solidaridad de género que va más allá de nuestras posiciones políticas, pero no. (…) Yo sí tengo un curro al que volver y la política no me cambió de barrio".

Sacarse los ojos entre compañeras... En el Puente de la Hispanidad, eran otras dos socialistas andaluzas, Susana Díaz y Amparo Rubiales, las que se azotaban en la tribuna tuitera midiendo su capacidad de liderazgo. Aquel fuego se apagó rápido pero dejó una montaña de rescoldos listos para resurgir. Que a la expresidenta de la Junta la hayan cuestionado las suyas tendrá recorrido; cuando y donde corresponda, pero lo tendrá. Está por supuesto la batalla de egos, aunque subyace también una discrepancia profunda sobre el papel del PSOE tras la inasumida pérdida de San Telmo, la necesidad de repensar el papel de los socialistas tanto en Andalucía (proyecto y rostro) como frente al modelo de Sánchez y hay, incluso, una creciente línea de discrepancias sobre el discurso feminista que solían ondear desde la derecha y ahora también desde la izquierda.

Hasta aquí, el artículo debería tener un título en femenino: cómo nos sacamos los ojos las mujeres. Dentro y fuera de la política. Creo, sin embargo, que sería una reflexión miope. El problema es más profundo y nos afecta a "todos" (no necesito el pronombre "elle" con que la RAE inauguró el viernes su Observatorio de Palabras con expresiones que podrían acabar en el diccionario). No sé por qué hemos enterrado la palabra "compañerismo", tan fácil de entender, de defender y de practicar, por un neologismo tan frío como "sororidad" (sorority). Tal vez la razón sea esa. Que preferimos confundir. Como hacemos con el corporativismo. El otro día criticamos a unos reporteros de LaSexta con una desafortunada expresión, nos pidieron una aclaración y nos disculpamos. Públicamente. El argumento, sin embargo, me resultó inaudito: que entre compañeros no debemos criticarnos... Pues sí, el compañerismo es una cosa y nuestra profesión, otra. En Periodismo, como en Política, hay buenos y malos profesionales, y ni compartir el oficio ni compartir la identidad sexual es ningún cheque en blanco. No debería.

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