La colmena

Magdalena Trillo

mtrillo@grupojoly.com

El cóctel para las Municipales: divide y perderás

Por la derecha, cuatro; y por la izquierda, seis. No hablo de Madrid, aunque se haya convertido en el símbolo mediático de la volatilidad política, ni de las elecciones generales del 28 de abril. Me quedo en Granada y con el horizonte de las Municipales del 26 de mayo. La radiografía inicial es la consecuencia de cuatro años de mandato en la Plaza del Carmen en un cóctel explosivo: desintegración de los partidos, propuestas entre egocéntricas, narcisistas y excéntricas y viraje a los extremos.

El PP de Sebastián de Pérez tendrá que volver a medir fuerzas con Ciudadanos -en esta ocasión con Luis Salvador como cabeza de cartel-, pero también con la oferta que finalmente pueda construir Vox tras los escándalos judiciales que en Granada Hoy hemos desvelado esta semana -está por ver hasta qué punto beneficia a los populares el desprestigio del partido de moda de extrema derecha- y con la candidatura que está ultimando Juan García Montero en su particular carrera de fondo contra su antiguo jefe.

A la izquierda, el PSOE de Paco Cuenca tendrá en frente al tándem Antonio Cambril-Paco Puentedura con Unidas Podemos pero también a la línea más feminista y activista que representa María Martín Romero y al trío de concejales de Vamos Granada haciendo cada uno la guerra por su cuenta: Marta Gutiérrez, Pilar Rivas y Luis de Haro-Rossi ya no tendrán que evidenciar más su manifiesta incompatibilidad; cada uno encabezará su propia candidatura. A la medida.

Hace cuatro años enterramos la era del bipartidismo en España y, tras la convulsa experiencia de gobierno y (des)gobierno con que nos han entretenido los emergentes, ahora damos un paso más dinamitando el arco de partidos que irrumpieron en la esfera pública prometiendo regeneración y modernidad y que han terminado copiando las debilidades y los errores de sus mayores.

La oferta electoral se desintegra al margen de las propuestas más peregrinas y minoritarias que siempre habían puesto las notas excéntricas y hasta divertidas de la confección de listas. Lo difícil, en las próximas elecciones, no sólo será decidir a quién votar; luego tendremos que ser capaces de saber hacia dónde se han redefinido los programas -si es que los hay- y hasta encontrar la papeleta correcta.

En este camino de profundización en el caos, partimos del desconcierto sobre el quién -criticando la banalización en la elaboración de las listas al aplicar las dinámicas efectistas y superfluas del mercado de fichajes- pero más nos debería preocupar el qué: ¿de verdad se puede plantear un proyecto de ciudad, un programa con propuestas viables y útiles para Granada, desde la división de candidaturas que en estos momentos se plantea? ¿Desde la izquierda se pueden confeccionar seis programas diferenciados para transformar la ciudad? ¿Hay cuatro caminos distintos desde la derecha?

Incluso cuando la verdadera batalla la situemos en el marco de los dos bloques, llevando el bipartidismo a la aritmética de que lo importante no será ganar sino tener aliados para gobernar, el factor del candidato acabará teniendo cada vez un peso mayor tanto por las siglas que finalmente represente como por las propias habilidades y capacidades personales que tenga para negociar y las mochilas que arrastre…

Desde esta perspectiva, la experiencia de las generales tendrá su peso a nivel local pero no tiene por qué ser determinante. No desde el voto útil de la disputa de bloques. Porque el PSOE de Pedro Sánchez no es el PSOE de Paco Cuenca, porque el PP de Pablo Casado no es el de Sebastián Pérez, porque el Podemos de Pablo Iglesias no es el de Antonio Cambril… y porque más relevante que el tirón del cartel será el talante para entenderse y pactar del día después.

Si nos centramos en el tablero de la capital, si tenemos en cuenta la tradición y el perfil de voto conservador de esta ciudad, podríamos pensar que será más fácil pactar entre 3 que entre 6. Por una cuestión de fondo de inclinación ideológica, por una cuestión pragmática de números y por una cuestión marketiniana de personas. Pero es una reflexión sólo en apariencia: porque las campañas -especialmente en las redes- son determinantes, porque cada vez dejamos más la decisión para el último minuto, porque el voto oculto es inmenso y porque el voto útil se ha diluido en el desconcierto de la alocada oferta electoral.

Aunque el punto de partida está claro -la fragmentación del voto siempre resta posibilidades de gobierno-, la incertidumbre es mayúscula si intentamos averiguar qué efecto tendrá cuando se aplique la diabólica ley D'hont. Hasta ahora, los partidos mayoritarios se preocupaban por la fuga de votos en las opciones minoritarias. Lo hemos visto como una constante en todas las convocatorias electorales de nuestra democrática. Pero ¿y si dividimos tanto la oferta que el voto útil se refugia en el nostálgico pragmatismo de saber a quién votas, qué votas y para qué?

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