Málaga C.F.

Escudo con agujeros (1-2)

  • El Málaga sigue sin encontrar el camino en La Rosaleda, tomada por el Zaragoza en 45 minutos

  • Un gol de Luis Muñoz en el tramo final dio algo de emoción 

Los jugadores, tras un gol del Zaragoza al Málaga CF.

Los jugadores, tras un gol del Zaragoza al Málaga CF. / Marilú Báez

A La Rosaleda hay que entrar llorado de casa. Una cosa es entender las circunstancias del club y el contexto de Segunda, otra atrincherarse y buscar fuera un enemigo que está dentro. El Málaga ha apostado por situarse tras el escudo y tratar de sisar alguna cartera. Cuando la roba, come. Cuando no, ayuna. Y si encima su amparo tiene agujeros, el problema es grave. El plan que pretende es el que ejecutó bien el Zaragoza o antes la Ponferradina. Le faltan elementos a la pócima blanquiazul, que debe estudiar reinventarse porque se está marchitando de rutina.

Al Málaga le quedó ancha la armadura otra vez. Y no es la primera vez que le pasa. Ya no es cuestión de dibujos o de esquemas, es lo mal que combina su mecánica con unos colmillos poco afilados. Sin vigor hay poco que hacer en Segunda, es jugar a la ruleta rusa y esperar que el rival tampoco tenga su día. Un día te sale lo de Alcorcón, otro te castiga el Zaragoza en 45 minutos.

Le cuesta horrores al Málaga en La Rosaleda, atosigado por sus propios fantasmas. Es el Día de la Marmota visto desde diferentes ángulos. Pese a la acumulación de zagueros, el Zaragoza encontró cuatro fugas y mordió en dos. Vigaray completó una primera parte colosal arriba y abajo, rematándola, nunca mejor dicho con el 0-2.

No es que los de Pellicer no se asomaran al campo rival, pero también le faltaron colmillos y no fue capaz de aprovechar más de media de docena de saques de esquina. Para colmo, lo que encontró dirección lo frustró Ratón, opositando fuerte por la ausencia de Cristian Álvarez. Caye Quintana, Rahmani y Alexander, los que más cerca anduvieron, no dieron en la diana.

Los movimientos de Pellicer no se hicieron esperar. Matos y Joaquín Muñoz entraron por Cristo y Alexander, pasando a línea de cuatro. Tampoco fue una salida furiosa, parecía la de una primera mitad o un 0-0 cualquiera. En el mundo de lo previsible Rahmani trató de inventarse un escorpión poco ortodoxo en una balón perdido que le caía en el área.

Pequeñas luchas inconexas en el plano ofensivo, con Chavarría, Rahmani y Joaquín Muñoz tratando de romper la monotonía uniendo un par de cables pelados. Francho pudo hacer el tercero desde casi el centro del campo tras una nueva salida errática de Juan Soriano y que entre Luis Muñoz e Ismael Casas lograron evitar in extremis.

Jairo Samperio entró por un desfondado y enfadado Rahmani. Piernas nuevas pero nada más. El juego seguía siendo torpe y sin dinamismo, fácil de adivinar. Tampoco un nuevo racimo de córners sirvieron para inquietar al Zaragoza.

En un Málaga con las persianas bajadas, de repente un fogonazo de Luis Muñoz dio alas para los últimos compases. El malagueño, que no estaba teniendo una buena tarde, se zafó de dos rivales y sacó un zapatazo que fue directo a la escuadra con un efecto matador. Justo un instante antes, Pellicer había incluido en la cita a Orlando Sá y Jozabed.

El perro viejo JIM sabía que esta película ya se había visto antes en La Rosaleda y realizó tres cambios casi en el 88’ para tratar de amarrar los tres puntos. No hizo falta mucho más. El Málaga no sale del bucle en casa. Es imposible obtener resultados haciendo prácticamente las mismas cosas. El equipo ha dejado de soñar y sin ese espíritu no vuela. En Segunda la corriente se lleva al que se duerme.

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