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  • Cañizares, uno de los grandes compositores e intérpretes de la guitarra actual, vuelve al flamenco

Cañizares en una actuación reciente.

Cañizares en una actuación reciente. / Alberto Domínguez

En su nueva entrega jonda Cañizares (Juan Manuel Cañizares Lara, Sabadell, Barcelona, 1966) reinventa, una vez más, los géneros tradicionales de lo jondo. Un ejemplo es la seguiriya que abre la obra, plena de ritmo contenido y de contrapunto jondo, con la guitarra doblada. Lo que se conserva del estilo tradicional es el compás pero el sentido es otro, muy diferente. La riqueza armónica procede de las indagaciones que Cañizares ha llevado a cabo en la música nacionalista de principios del siglo XX. Las melodías son bellas y sentimentales, esta es una seña de identidad de la música de Cañizares. No reñida con la búsqueda de sonidos nuevos. Y con la contundencia.

La bulería se presenta con un tema muy brillante para luego ofrecernos una serie de falsetas de enorme riqueza melódica que nos adentran por muy diferentes caminos. De hecho la pieza está en modo mayor, no en el modo flamenco habitual.

En la bulería por soleá propone también un concepto muy alejado de lo habitual, con deliciosas disonancias que disparan la emotividad jonda a universos nuevos para este arte. Contundencia, fiereza. Y delicadeza, minucia melódica. Improntu jondo.

La soleá se inicia en esta línea intimista para luego convertirse en un prodigio de lentitud, de dilación jonda, de esperar todavía un segundo más antes de adentrarnos. Incurre en la rueda armónica tradicional pero le contrapone un arreglo melódico de nuevo cuño sorprendente de manera que ya no hablamos de falsetas sino de un concepto global de la pieza en el sentido más pleno del término. Cañizares opta siempre por la solución más atípica y sorprendente. Abre nuevos caminos desde el sabor más clásico. Reinventa, no sólo los estilos, también el concepto mismo del toque flamenco a fuer de virtuosismo y armonía. Algunas variaciones parece que se sostienen en el aire de un universo mítico hasta desembocar en ese final natural, impasible y delicado, cortés.

Los tientos son un lago nocturno, por claros y misteriosos, sutiles. Cada nota, cada disonancia, tiene una presencia rotunda, profundamente flamenca y absolutamente personal. Lo que nos ofrece Cañizares es oro puro. No hay notas de paso, tránsitos, relleno. Todo es esencial en su música. Todo es necesario, dadas las carencias actuales de la música jonda. La música de Cañizares es consciencia pura. El tocaor nos regala momentos redondos, experiencias, que dicen hoy los publicistas. Después de escuchar su música nos sentimos otros y nos reconciliamos. Dada la cantidad de basura que encontramos desperdigada hoy en el universo en general y en los mentideros flamencos en particular, la obra de Cañizares nos alimenta desde la raíz a la punta, nos reconstruye, nos da vida, nos impulsa con felicidad flamenca. Y qué delicioso final: sin subrayados, sin aspavientos. Con una sencillez apabullante que esconde muchas horas de estudio.

En el garrotín también inventa, como hiciera Riqueni en su momento. Este desde el intimismo y la melancolía y Cañizares desde el juego y la broma. Una broma muy seria, rotunda, afilada, categórica. En la misma línea sensual, lúdica, las alegrías bailables. Líricas, superlativas e hirientes de tanta luz. Hermosa repostería jonda.

Reivindica el tocaor, con toda justicia, la habanera como género jondo en una pieza en la que, pese a tocar un solo instrumento, parece que suena una orquesta al completo por la grandiosidad que edifica sobre un ostinato de cinco notas. El trémolo dedicado a Marichan es pura miel de la Alcarria tamizado de toda impureza. Y la rumba que cierra la obra es un paraíso de apenas cuatro minutos, la gloria jonda y portátil de melodía luminosa. Una obra tan social como imprescindible. Sutil, esencial. Nada que ver con lo que se despacha hoy por ahí con la etiqueta de rumba.Un disco de guitarra flamenca, sin más aspavientos. Nada menos. Alta densidad jonda sin alharacas. Música flamenca del siglo XXI. Flamenco adulto sin concesiones. La vuelta discográfica al flamenco clásico, 8 años después, de Cañizares.

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