Muere Aretha Franklin | Obituario

El soul es lo que ocurría cuando Aretha se sentaba al piano

  • Finalmente este jueves se ha producido el esperado, aunque no por eso menos triste, final de la vida de Lady Soul

Ensayando con los Blues Brothers para la ceremonia de los Grammy (1998)

Aretha Franklin no solo cantaba canciones, sino que se apoderaba del alma de ellas, las hacía suyas. Otis Redding era el Rey del Soul y en 1965 había tenido un gran éxito cantando Respect, pero dos años más tarde solo podía reconocer que esa chica prácticamente desconocida, Aretha, había llevado su canción mucho más lejos que él. El Respect de Aretha Franklin redujo al poderoso Otis Redding a una simple nota a pie de página en una de las mejores canciones de éste. Arreglada por ella misma y su hermana Carolyn, y cantada con la otra hermana, Erma, completando el trío, insufló a esta histórica canción sobre hermandad con la autoridad de la sangre y la hizo sonar como si todas las mujeres del mundo se alineasen detrás suya con esta innegociable demanda: Respeto. Fue un toque de atención feminista; cada vez que las mujeres escuchaban la canción surgía un maremoto de unidad fraternal. Fue una interesantísima mezcla de intuitiva protesta de género, de declaración sexual y de anuncio de dignidad; una declaración de orgullo sin palabrería superflua. Desde ese momento Aretha se convirtió en la Reina del Soul y nadie le arrebató la corona que su inmenso talento hizo que se acuñase, porque no existía hasta que se creó para ella, y que ha portado hasta su reciente fallecimiento.

De su mentora, Clara Ward, aprendió a sentir la intensidad de las canciones. Y de Sam Cooke a cambiar la música devota por la laica.

Aretha Franklin nació el 25 de marzo de 1942, en Memphis, Tennessee, y desde siempre estuvo inmersa en la atmósfera musical. Su padre, el reverendo C. L. Franklin era un amante de la música y en su casa siempre estaba funcionando el fonógrafo, o encendida la radio en alguna emisora musical, o su hermana tomando lecciones de piano en el salón. Y su bautismo musical, lógicamente, fue con ocho años en la iglesia que tenía en Memphis su padre, un predicador famoso en toda la América negra por sus feroces sermones y sus magnéticas apariciones públicas. De su iglesia siempre estaban entrando y saliendo músicos y cantantes que eran respetados talentos del gospel: Mahalia Jackson, Marion Williams, Frances Steadman… sin embargo la inspiración para convertirse en cantante le llegó del Reverendo James Cleveland, de otra iglesia de Chicago a quien su padre había invitado para que los coros de su iglesia aprendiesen de él y de su cuarteto.

Ensayando con los Blues Brothers para la ceremonia de los Grammy (1998) Ensayando con los Blues Brothers para la ceremonia de los Grammy (1998)

Ensayando con los Blues Brothers para la ceremonia de los Grammy (1998) / EPA

El estilo de tocar el piano y la suma de emociones que su voz le hizo sentir dejaron en Aretha una huella profundísima, que se acrecentó aún más cuando en un funeral familiar escuchó a Clara Ward cantando Peace in the Valley tan arrebatada por el espíritu de su interpretación  que hizo volar su sombrero arrojado al fondo de la tumba. Aretha quería sentir ese nivel de implicación e intensidad en sus propias canciones. Y con solo doce años ya fue promovida a cantante solista del coro.

Solo pasaron dos años hasta que un sello discográfico se interesó en ella y comenzó a grabar para JVB y Checker, pero solo música devota; su primera grabación fue precisamente una canción de su mentora, Clara Ward, The day is past and gone. Fue Sam Cooke, otro amigo de la familia, quien le llevó a abandonar el gospel por el laicismo musical; si Sam lo había hecho y había logrado un gran éxito, ¿por qué ella iba a ser menos? No había nada que Sam Cooke no pudiese hacer con su voz y cuando Aretha le escuchó en su casa cantar el adelanto de You send me con el que Sam Cooke iba a cambiar su registro, Aretha sintió el impacto que le hizo entender que ése y no otro era el camino.

“Es la mejor voz que he escuchado desde Billie Holiday”. Con estas palabras justificó John Hammond por qué firmó un contrato a una cantante aún tosca y sin pulir para una compañía tan prestigiosa como Columbia. Tristemente este sello no fue capaz de aprovechar el notable talento de Aretha por culpa de su indecisión, que lo único que hacía era agotar este talento con una extravagante mezcla de estilos. Al menos ahí aprendió Aretha  a convertirse en una vocalista capacitada para lidiar con el jazz, el blues, el pop. No llegaría a ser un fenómeno musical hasta que grabó en Atlantic Records, pero Aretha Franklin ya se había convertido en una artista cada vez que abría la boca para cantar.

En Atlantic llegó su liberación artística y con las canciones de ese sello se ganó el título de Reina del Soul que le ha acompañado hasta su muerte.

Muy desilusionada, Aretha abandonó Columbia para unirse a Atlantic en 1966 donde el magnífico I never loved a man (The way I loved you) significó su liberación. La perfecta convergencia de elementos todavía produce escalofríos cincuenta años después de grabar las canciones que marcaron su cumbre: Respect, Baby I love you, (You make me feel like) A Natural woman, Chain of fools, Think, I say a little prayer… desde entonces, todo lo que se puede decir de Aretha Franklin es que su tono emocionante, su toque personal, la forma de cantar, sus impulsivos saltos de notas, su fe, la forma de fracturar las sílabas, le daba un nuevo significado a todo lo que interpretaba.

A pesar de su éxito profesional, su vida personal fue muy confusa y éstos no son los mejores momentos para traerla a colación. Mejor redordar como confirmó su reinado durante la década de los 70 con sus discos en directo en el Fillmore West o el Amazing Grace con el que demostró que sus raices gospel eran muy firmes. Congratularse de su éxito comercial en los 80 asociada en Arista Records con Luther Vandross o Narada Michael Walden. Sorprenderse de cómo su voz siempre estaba por encima del pobre material elegido por los demás para que lo grabase durante los años 90. Las lágrimas de emoción que derramamos hace apenas tres años durante su escalofriante interpretación del You make me feel en la ceremonia de honor de Carole King, autora de la canción, se tornan hoy en lágrimas amargas porque ya solo nos quedará su legado, pero estaremos privados de su presencia.

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