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Anders Rasmussen dirigirá una OTAN enfangada en el conflicto afgano

  • El nuevo secretario general de la Alianza Atlántica toma hoy posesión de su cargo en sustitución del holandés De Hoop Scheffer · La situación en el país asiático es la más difícil de los últimos años

La última vez que la OTAN cambió de secretario general, en 2004, la Alianza tenía 19 miembros, un puñado de tropas en Afganistán y una importante resaca diplomática por la guerra de Iraq liderada por Estados Unidos.

Cuando el ex primer ministro danés Anders Fogh Rasmussen, de 56 años, asuma hoy el cargo recibirá un grupo que se amplió hasta los 28 miembros, una misión en Afganistán que implica ya a 64.500 soldados y varios dolores de cabeza diplomáticos, que van desde Georgia hasta el golfo de Adén, pasando por Rusia.

Rasmussen es un político experimentado que ha sabido conjugar firmeza y compromiso y uno de los más fieles aliados de Estados Unidos en el seno de la OTAN, hasta el punto de que logró involucrar a la pacifista Dinamarca en los conflictos armados en Iraq y Afganistán. Desde su elección al puesto de primer ministro en 2001, Rasmussen se alineó detrás de George W. Bush, del que se convirtió en uno de sus mejores amigos.

Al igual que ocurrió con el secretario general saliente, Jaap de Hoop Scheffer, el primer reto en el mandato de cuatro años de Rasmussen será Afganistán. La misión no sólo es la mayor en la historia de la Alianza, también se ha cobrado la vida de más de mil soldados occidentales.

La gran mayoría de esas bajas pertenecen sólo a un reducido grupo de países que tienen sus tropas en el sur, la zona más convulsa de Afganistán: Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Holanda y Dinamarca.

Holanda prevé retirarse de Afganistán el año próximo, en tanto que Canadá analiza un repliegue en 2011. También el Reino Unido debate actualmente su papel en el país después de perder, sólo durante el mes de julio, a 22 soldados en esta guerra.

La partida de estos contingentes haría muy difícil su reemplazo y dejaría muy pocos candidatos para asumirlos. Algunos, como los países bálticos, carecen de personal suficiente. Otros, como Francia, Alemania o Italia, tienen los recursos, pero no la voluntad de enviar tropas a una zona de combate que ya ha costado demasiadas vidas.

Esta situación dejará a Rasmussen ante el reto de reforzar el apoyo de la OTAN a la misión, evitando al mismo tiempo que se repitan las acusaciones cruzadas entre los miembros del grupo sobre una injusta distribución de responsabilidades en Afganistán.

Las diferencias también se mantienen en otros dos temas muy vinculados entre sí: la expansión de la Alianza hacia el este y sus relaciones con Rusia.

Los líderes de la OTAN acordaron en la cumbre de abril de 2008 que Georgia y Ucrania se unirían a la Alianza en un futuro a definir. La fórmula intentaba un equilibrio entre aquellos miembros que quieren ver en el grupo cuanto antes a la ex repúblicas soviéticas -Estados Unidos, el Reino Unido y Polonia- y aquellos que advierten que la medida enfadará a Rusia -Alemania e Italia-.

Pero la invasión rusa de Georgia el año pasado y sus disputas con Ucrania por el gas volvieron a poner en primer plano la relación del bloque con el Este.

Algunos miembros pidieron estrechar lazos con Moscú, mientras que otros acusaron al Kremlin de intentar ampliar su esfera de influencia en Europa. Fogh Rasmussen afronta la impostergable tarea de consensuar una postura de la OTAN ante el trío ex soviético.

El danés tendrá que intentar otro ejercicio de equilibrio entre los pesos pesados de la OTAN, Estados Unidos, Reino Unido, Francia y Alemania, después de que París decidiera volver a su comando militar después de 40 años de ausencia.

Y todos estos desafíos tendrán que ser compatibles con el objetivo de Rasmussen de impulsar una reorganización de la OTAN para hacerla más eficaz, transparente y mediática, por no hablar de las crisis internacionales imprevistas que puedan surgir.

Pase lo que pase en el periodo de cuatro años que se inicia este sábado, todo indica que el duodécimo secretario general de la OTAN tendrá un mandato especialmente ajetreado.

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