El conflicto de oriente próximo Said Hariri es incapaz de formar Gobierno casi tres meses después de las últimas elecciones

Líbano La pieza difícil de encajar

  • Cuatro comunidades: drusa, chií, suní y cristiana; 14 líderes políticos; el Estado de Hezbolá dentro del Estado; laamenaza de guerra civil y un Gobierno sin consenso son las piezas del 'tetris' libanés

El tetris del Líbano es siempre cambiante y nadie puede pronosticar el eje que encajará las piezas. Amaia Goenaga, investigadora del Observatorio Electoral, se pregunta todos los días cómo el país "no vuela por los aires". La crisis de Gobierno actual, en la que el prooccidental Said Hariri, encargado de formar el nuevo Gabinete tras las elecciones del 27 de junio, no consigue gobernar, no es algo nuevo, sino que es el pan de todos los días.

Quince años de guerra civil que comenzó en el 75, dieron lugar a un cambio de la Constitución donde se igualaron los poderes entre el presidente, el primer ministro y el presidente del Parlamento. En la actualidad hay 14 líderes que representan a las cuatro comunidades que conviven en el Líbano: cristianos, drusos, suníes y chiíes y no existe una democracia mayoritaria, donde el partido que saca más votos gobierna, sino que cada comunidad tiene un número de escaños fijos e inamovibles estipulado por un sistema de cuotas. Esto genera que no haya un actor fuerte, sino que las fuerzas están igualadas y tengan que estar negociando constantemente para poder llegar a un consenso, lo que hace casi imposible legislar.

A diferencia de la mayoría de los sistemas democráticos, el juego político no funciona por mayoría y oposición, sino que las piezas se agrupan en torno a dos coaliciones: la proocidental de Said Hariri del 14 Marzo, y la del 8 de Marzo, encabezada por los chiíes de Hezbolá (Partido de Dios). Los principales grupos que forman la alianza del 14 de marzo junto a Hariri, un musulmán suní, son Walid Yumblat, líder de la comunidad drusa, y Samir Geagea, un cristiano cercano a la extrema derecha.

La alianza del 8 de marzo, liderada por Hezbolá (chiíes), agrupa también al ex general Michel Aoun (cristiano), y el Movimiento Amal, otro grupo islamista chií.

El punto candente de la cuestión es que Yumblat, dirigente de la comunidad drusa, amenaza con retirar su apoyo a la coalición de Hariri, que se ve incapaz de formar Gobierno.

Amaia Goenaga asegura a este periódico que "así se hace política en Líbano".

No hay una alianza estructural. Los líderes están siempre mirando por su comunidad y su región. Las alianzas van cambiando en función de la coyuntura. En las elecciones de 2005 Yumblat se acercó a Hariri porque contaba con el apoyo de la comunidad internacional, cuyas ayudas económicas garantizan la supervivencia del país, pero tras los enfrentamientos del pasado mayo entre suníes y chiíes, que recordaron a los quince años de la guerra civil del 75, Yumblat se dio cuenta de que quien tiene la fuerza militar y demográfica es Hezbolá y por ello se acerca ahora a él. Porque "hay otros actores dentro del 14 de Marzo que le han quitado el puesto", afirma Goenaga.

¿Cuál es el eje que haría posible solucionar el rompecabezas libanés? En palabras de la investigadora, "es muy difícil llegar a una solución sin que cambie el sistema". Una de las piezas claves es sin duda Hezbolá, grupo considerado terrorista por EEUU y la UE pero un importante actor político en el Líbano. Hezbolá cuenta con una milicia superior al propio Ejército libanés y conserva el aura de haber expulsado a las tropas israelíes que llevan instaladas en el sur del Líbano desde el año 2000. Posee el apoyo incondicional de los chíies, cuya superioridad demográfica es aplastante. Se trata de un Estado dentro del Estado.

Nasrala, secretario general del partido, podría intentar imponer esa superioridad y cambiar el sistema de cuotas a otro de democracia mayoritaria. Pero si lo hiciera, "al día siguiente Israel bombardearía el Líbano", comenta Goenaga. "Si desaparece el sistema de cuotas, comenzaría otra guerra civil, los líderes de las comunidades no están dispuestos a ceder su poder".

Mientras tanto la gente sigue viviendo, va a las playas y discotecas, "se han acostumbrado a vivir con la tensión sin pensar en la política", afirma Goenaga. Esa complejidad es la que hace del Líbano un país inigualable. Y es que no hay un Líbano, sino trescientos.

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