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Venezuela

Maduro toma posesión entre la indiferencia y la irritación

  • El presidente venezolano es investido para un segundo mandato en medio de la crisis económica y con el único apoyo de sus incondicionales

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, saluda a un grupo de niños a su llegada a su ceremonia de investidura, ayer en Caracas.

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, saluda a un grupo de niños a su llegada a su ceremonia de investidura, ayer en Caracas. / Miguel Gutiérrez / efe

El día de la jura del segundo mandato de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela sólo se percibía en los aledaños de Tribunal Supremo de Justicia, en el centro de Caracas, donde se produjo el acto. El resto de la capital, en crisis, mantiene su ritmo diario; ralentizada y sin festividad.

"Vamos en unidad, vamos creando poder popular, pueblo a la calle", uno de los cantos más populares del chavismo, se repetía a diferentes tiempos en las tarimas dispuestas a las afueras del Alto Tribunal, aturdiendo a las cientos de personas presentes.

Los ciudadanos vieron interrumpidos su día a día por los cortes en la zona del acto oficial

De decenas de autobuses ubicados al final de una de las principales arterias del centro de Caracas -donde se encuentra la sede del tribunal y que permaneció cerrado en casi toda su extensión- bajaron las personas movilizadas desde diferentes puntos de la ciudad y el interior del país para sumarse a la algarabía a las puertas del edificio.

El resto de la ciudadanía que hace vida en esa zona, mientras, se vio obligado a caminar largos trayectos para hacer su día a día. La administrativa de 23 años Daniela Moreno mostró su descontento con la situación pues, argumentó, "siempre que hacen esas cosas, el pueblo que tiene que trabajar para comer llega tarde a su trabajo, pues a ellos no les importa y lo cierran todo".

Como ella, decenas de personas caminaban para intentar llegar a otras zonas en las que no estuviera interrumpido el paso peatonal o de vehículos. Bajo el mando de Maduro, Venezuela se ha visto sumida en la peor crisis económica de su historia. Escasez de alimentos básicos y medicinas, hiperinflación y una pésima prestación de los servicios públicos son los síntomas.

El transporte metropolitano, que en los últimos años no da abasto para su cantidad de usuarios, lucía un panorama despejado en el que los pasajeros podían ir sentados cómodamente en unos trenes normalmente colapsados. A pocos metros de la sede del Ejecutivo, en un edificio del programa de viviendas subsidiadas por el Gobierno, una fila de personas esperaba mientras repartían las llamadas "bolsas" del también subsidiado plan de entrega de alimentos.

A lo largo de las calles y avenidas del centro y oeste de la ciudad fueron colgados carteles con la consigna "Yo soy presidente", lo que para Marieta Oliveros, ama de casa de 56 años, "pareciera que son para convencerse él mismo -refiriéndose al propio Maduro- de que lo es".

La legalidad del segundo mandato de Maduro ha sido cuestionada por la oposición venezolana y por numerosos gobiernos extranjeros, que no reconocen los resultados de las elecciones de mayo pasado en las que el jefe de Estado fue reelegido con cerca del 70% de los votos.

En otros sectores de la ciudad, caracterizados por ser importantes centros de comercio, muchos establecimientos permanecen cerrados y circulan pocas personas. "La ciudad todavía anda a media máquina y viene Maduro a paralizarla más", declaró Jhonfred Rojas, un morotista que esperaba a algún pasajero en una zona tradicionalmente comercial pero que ha visto mermada su actividad tras años de crisis.

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