Oriente Próximo sigue cosechando fracasos
La ofensiva concluyó un año marcado por las crisis políticas internas de palestinos e israelíes.
Israel y Hamas han hecho balance de resultados de la guerra que libraron en Gaza a finales de 2008 y principios de 2009 pero las cuentas no le salen a ninguno de los dos.
El Gobierno israelí considera que ha logrado todos sus objetivos, incluso por encima de lo previsto, y el movimiento islamista que ha obtenido "una gran victoria". Pero más allá del desequilibrio en el recuento de muertos –1.410 palestinos por trece israelíes–, ambos balances estaban llenos de falsedades.
Israel propinó importantes golpes al movimiento islamista, entre los que se incluyeron la muerte de varios líderes de importancia como el ministro del Interior, pero no consiguió desplazar a Hamas del control de la Franja, algo que le hubiera exigido más tiempo y posiblemente un mayor número de bajas entre sus soldados. De tiempo no disponía porque quería dejar la cuestión zanjada antes de la toma de posesión de Barack Obama. Un mayor número de bajas hubiera influido de manera esencial en la contienda electoral del 10 de febrero.
Hamas tardará años en recuperarse de la destrucción de buena parte de su infraestructura y arsenales y, sobre todo, de los túneles entre Egipto y Rafah por los que se aprovisionaba de armas, uno de los principales objetivos de la ofensiva israelí, que sólo obtuvo un éxito relativo
El futuro de esos túneles será crucial en la negociación que se avecina para una tregua duradera y en la que el mediador será Egipto, de donde salen y al que van a parar los conductos, y que está dispuesto a cegarlos aunque ya ha adelantado que no permitirá supervisión extranjera en la misión, algo a lo que estarían dispuestos a contribuir varios países europeos.
Tampoco Hamas ha sacado nada en claro tras haber sido durante veintidós días el principal blanco de continuos bombardeos israelíes por tierra, mar y aire en una ofensiva que se desencadenó tras la decisión de los radicales de no renovar la tregua que mantenían desde junio y reanudar, con especial intensidad, el lanzamiento de misiles sobre las ciudades israelíes, un grave error de cálculo cometido por el movimiento islamista.
Con la ofensiva israelí de diciembre se cerraba un año marcado por las crisis políticas internas de palestinos e israelíes, de infructuosas negociaciones de paz entre Israel y la Autoridad Palestina. El optimismo creado en 2007 por la conferencia de Annapolis se disipó rápidamente.
La persistencia de la colonización judía en los territorios palestinos, el mantenimiento de los controles militares en Cisjordania y, sobre todo, Gaza, donde se hacinan millón y medio de palestinos, los ataques periódicos y las propias divisiones entre los árabes entorpecieron las negociaciones durante todo el periodo pese a las decenas de encuentros celebrados.
El proceso se vio también entorpecido por el clima político en Israel donde el primer ministro, Ehud Olmert, acusado de corrupción tuvo que dimitir en septiembre y mantener el cargo de forma interina hasta el 10 de febrero después de que su supuesta sucesora, la minista de Exteriores Tzipi Livni, fracasara en su intento de formar una nueva coalición, especialmente por la oposición de los ultraortodoxos
En definitiva, Israel chocó con sus sectores más extremistas, que se niegan a poner fin a su presencia en el corazón de Cisjordania, al tiempo que la Autoridad Palestina no ha podido impedir que Hamas consolide su control de la Franja.
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