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Siria, el día después

Diego Carrasco

ituada entre Líbano y Turquía, Siria comprende un histórico territorio de importancia capital para el comercio entre países del Cercano Oriente (denominación occidental), que se desangra en una guerra civil que se prolonga desde 2011, sacudido el país por la oleada de revueltas populares de la llamada Primavera Árabe que se extendieron por Túnez, Egipto y Libia en demanda de derechos y libertades que se hacen imprescindibles para una población asfixiada por regímenes corruptos y totalitarios. Resulta ilustrativo repasar la lista de las naciones que apoyan al gobierno sirio de Bashar al-Assad: la inquietante Rusia de Putin, Venezuela, China, Corea del Norte, Cuba, Sudán, Bielorrusia... así como los integrantes del Eje de Resistencia, un tratado anti israelí, formado por Siria con Irán y el grupo chiita libanés Hezbollah.

Después de 21 meses de guerra, los analistas observan que la situación ha alcanzado un equilibrio de fuerzas entre los leales al régimen y los rebeldes representados por el Ejército Libre de Siria. Los leales han perdido la iniciativa y se repliegan en los territorios que pueden defender, las ciudades importantes, la franja costera y las vías de comunicación, y aunque los rebeldes no tienen aún la fuerza militar suficiente para alcanzar la victoria, se señala que se ha entrado en la fase final del conflicto, en la que ya se sabe que el gobierno de al-Assad no puede ganar.

Según Felix Arteaga, analista del Real Instituto Elcano, "las guerras modernas no se ganan sobre el campo de batalla de las ciudades sino entre las percepciones de las poblaciones. El centro de gravedad de una guerra, es decir, el hecho decisivo que altera el curso de la contienda, ya no se consigue mediante una victoria militar sino haciendo triunfar la percepción de que uno de los dos bandos va a ganar inevitablemente."

El desenlace no será todo lo rápido que quieren los opositores, todavía habrá combates duros, represalias crueles y la población seguirá sufriendo (más de dos millones de desplazados y medio millón de refugiados) pero se camina hacia el final anunciado por todos con más rapidez de la que quisieran los leales, en cuyo bando comienzan a extenderse el temor y las dudas. Incluso llegan rumores de importantes deserciones en la cúpula de mandos militares, y ya se especula con la huída de la familia del Presidente. En el terreno diplomático, Rusia y China, principales valedores del régimen, están ya teniendo contactos con los opositores. En otra parte del rompecabezas se encuentra el temor de las minorías no suníes (drusos, kurdos, cristianos, alauitas) ante las represalias que les esperan de la mayoría suní de los rebeldes.

Se prepara el apoyo a un organismo en el exilio llamado Coalición Nacional Siria de las Fuerzas Revolucionarias y de la Oposición, que ya cuenta con el reconocimiento de muchos países occidentales y de la Liga Árabe, con el objetivo de que sea capaz de aglutinar todas las facciones políticas del bando ganador y pueda afrontar con garantías una situación especialmente delicada, tan importante como ganar la guerra: el día después.

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