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El 'harakiri' de los liberales

  • El hasta ahora hegemónico PLD nipón se arriesga a una humillante derrota en las elecciones de hoy más por los fallos propios que por los méritos de la oposición

El Partido Liberal Demócrata (PLD), la fuerza política que ha gobernado Japón durante los últimos 54 años, se arriesga a una humillante derrota en las elecciones generales de hoy, más por los fallos propios que por los méritos del opositor Partido Democrático.

El mastodóntico y hasta ahora hegemónico PLD del primer ministro y candidato a la reelección, Taro Aso, consumará hoy su harakiri si el resultado de las urnas confirma el batacazo que le auguran las encuestas. Cuatro jefes de Gobierno en cuatro años de legislatura, ningún líder claro, política de pasillos y subsidios, dimisión de nueve ministros, denuncias de corrupción, pérdida del control del Senado y abandono por parte de su tradicional feudo rural han minado a un partido que hasta hoy era sinónimo del poder en Japón.

Todo ello unido a la crisis que sumió durante 12 meses en la recesión a la segunda economía del mundo y que parece haber acabado por agotar la paciencia de unos votantes cansados de los juegos entre bambalinas que caracterizan al oscuro mundillo político nipón.

Los sondeos otorgan una clara victoria al presidente del Partido Democrático, Yukio Hatoyama, un político de 62 años que comenzó su carrera en el PLD, como tantos otros, y que ahora promete un "cambio de régimen" en Japón para que políticos, y no burócratas, gobiernen.

Tal vez necesitará para gobernar el apoyo de algunos pequeños partidos que ya han dicho que lo respaldarán, como los comunistas, actualmente con nueve escaños en la Cámara de Representantes pero que podrían ascender.

En estas elecciones, 104 millones de japoneses mayores de 20 años están convocados a las urnas para elegir a los 480 representantes de la Cámara Baja, hasta ahora dominada con abrumadora mayoría por los 303 miembros del PLD y los 31 de su aliado Nuevo Komeito.

De esos escaños, 300 se adjudican con un sistema de circunscripciones con un único asiento y los 180 restantes se reparten proporcionalmente en listas de partidos. A los comicios se presentan 1.374 candidatos por las 47 provincias de Japón.

Estas elecciones son bien distintas a los comicios anticipados convocados en 2005 por el entonces líder del PLD, Junichiro Koizumi, para sacar adelante la privatización del sistema de correos y poner orden en un partido caracterizado por las luchas intestinas de sus nueve facciones.

Koizumi renunció por decisión propia un año después y desde entonces se han sucedido tres jefes de Gobierno -Shinzo Abe, Yasuo Fukuda y Taro Aso-, cuyos mandatos duraron un año cada uno y que no fueron elegidos en las urnas sino por los 1,2 millones de militantes del PLD.

De llegar al poder el Partido Democrático se auguran cambios en las políticas económica y exterior de Japón pues esa fuerza política de apenas diez años de historia, con una base claramente urbana, propone medidas algo más progresistas que el conservador PLD.

En política exterior, aboga por una relación más independiente de EEUU, principal aliado de Japón, acabar con la misión logística nipona de apoyo a la campaña militar norteamericana en Afganistán y revisar el estatuto de las fuerzas estadounidenses en este país.

En materia económica, el PD propone ayudas a las familias con hijos, reducción de impuestos, rebajar la dependencia de las exportaciones y solucionar en dos años el problema de las pensiones, acuciante para una sociedad tan envejecida como la japonesa.

Sus críticos, entre ellos el primer ministro Aso, le acusan no obstante de cambiar de opinión con demasiada rapidez y de no haber probado su capacidad para gobernar.

Para Aso, sólo el PLD ha demostrado que puede gobernar Japón, una obviedad vista la evolución política de Japón en el último medio siglo, un régimen de partido único de facto que hoy podría acabar para la segunda economía del mundo.

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