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Las horas difíciles de un gigante a la deriva

Miles de personas tomaron ayer las calles en decenas de ciudades de Brasil unas horas antes de que la Cámara de Diputados marcará el paso de Dilma Rousseff.

Las primeras manifestaciones, tanto a favor como en contra de una posible destitución de la presidenta, ocurrieron en la ciudad de Belén, capital del norteño estado de Pará, donde ambos bandos sacaron a las calles a miles de personas.

Al mismo tiempo, comenzó a llenarse la avenida Atlántica, en la playa de Copacabana, que fue el corazón de las movilizaciones en Río de Janeiro y que por razones de seguridad fueron hechas por la mañana por la oposición y por la tarde por el oficialismo.

Las mayores manifestaciones, sin embargo, se registraron en Sao Paulo, la ciudad más poblada del país y el centro neurálgico del mundo de los negocios y las finanzas, donde también habrá concentraciones tanto a favor como en contra de Rousseff.

"A partir de mañana se debe crear el ambiente político necesario para que se avance y superar esta lucha por el poder", clamaba ayer un diputado brasileño en el Parlamento, en medio de la mayor tormenta política que ha sacudido al país en décadas y que le ha convertido en un gigante a la deriva.

Leonardo Picciani, del Partido de Movimiento Democrático de Brasil (PMDB) -ex aliado del Gobierno y ahora el principal impulsor de los intentos por tumbarlo-, apelaba a la responsabilidad de los políticos.

Con discursos encendidos y en medio de un clima de tensión que derivó incluso en algún enfrentamiento durante el maratoniano debate que comenzó el viernes y culminó ayer con la votación del juicio político, los diputados brasileños trataban de defender sus posturas con la justificación del bien común. Pero como reconocía Picciani, el telón de fondo es una encarnizada lucha por el poder alimentada por la crisis económica.

Escuchando las apasionadas intervenciones de sus señorías, nadie diría que todos los partidos están salpicados por la corrupción y con procesos judiciales pendientes y que, en la práctica, si Rousseff cae, no hay un dirigente que garantice un recambio sin roces con la Justicia. En conjunto, más de un centenar de políticos de todas las tendencias han sido condenados, acusados o están en el punto de mira de la Justicia.

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