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Irán Trigésimo aniversario del regreso de Jomeini y la huida del Sha de Persia

La revolución que cambió el islam

  • Expertos de todo el mundo coinciden en señalar que, sin el triunfo del alzamiento liderado por el ayatolá Jomeini, algunos de los sucesos que marcaron el fin del siglo XX y el inicio del XXI no habrían sucedido

La revolución islámica, que este año cumple su 30 aniversario, no sólo supuso el fin de una era en Irán, sino que contribuyó a cambiar también la faz del islam, introdujo un giro crucial en la historia de Oriente Próximo y sacudió el tablero político internacional.

Historiadores y expertos de todo el mundo coinciden en señalar que sin el triunfo del alzamiento capitalizado por el ayatolá Rujolá Jomeini, algunos de los sucesos que han marcado el fin del siglo XX y el inicio del XXI quizá no habrían sucedido.

La revuelta propició que "el fundamentalismo se convirtiera en una fuerza política que cambiaría la concepción política del islam, desde Marruecos a Malasia", subraya el profesor iraní asentado en EEUU, Vali Naser.

Un giro que enseguida atemorizó a los gobiernos de algunos países árabes y musulmanes vecinos, la mayoría de los ellos dirigidos por monarquías autoritarias y repúblicas militares dictatoriales igualmente pro occidentales y con oposiciones islamizadas.

Una vez asentada la revolución, Jomeini descabezó a las fuerzas laicas que habían contribuido a la revuelta e impuso su idea de República Islámica, un sistema teocrático fundamentado en el respeto a las costumbres y a la jurisprudencia musulmanas.

La base del poder era su novedosa teoría de que los clérigos debían cabildear en los asuntos políticos y ejercer el poder temporal como vicarios del Iman hasta su definitiva salida de la ocultación.

Temerosos, varios de los estados de la zona, en especial Arabia Saudí y Egipto, buscaron ayuda y consuelo en Occidente, que asimismo observaba con resquemor y aprensión el surgimiento de un régimen cimentado únicamente en el islam.

Uno de los pesares principales que compartían los gobiernos de la región y los países de occidente, en especial EEUU, era que el ejemplo cundiera y grupos de ideología fundamentalista intentaran golpes similares.

En septiembre de 1980, el entonces presidente de Iraq, Sadam Husein, apoyado económica y militarmente desde la Casa Blanca y desde las principales capitales árabes, emprendió una guerra de desgaste que arruinó a ambos países.

Aún así, la semilla de la revolución islámica alcanzó la región y floreció en lugares como el Líbano, donde Irán contribuyó a crear la resistencia islámica contra la ocupación militar israelí del sur del país.

En su deseo de extender la revolución más allá de sus fronteras, la República Islámica adoptó algunas políticas que hasta entonces eran patrimonio casi exclusivo de los estados árabes y musulmanes, como la defensa del Estado palestino.

Durante los años de tiranía del Sha, apenas se escucharon en Irán críticas oficiales a Israel. Fue Jomeini quien acuñó la famosa frase "echar a los judíos al mar" e instauró la celebración del día de Jerusalén como fiesta de apoyo al pueblo palestino.

En la escena internacional, EEUU perdió a uno de sus principales peones en Oriente Próximo, su gendarme en la zona y "el país más estable de esta convulsa región", como subrayó el ex presidente Jimmy Carter durante una visita del Sha.

Tras el asalto a su Embajada en Teherán y el triunfo de los alzados, Washington decidió romper sus lazos diplomáticos con Irán, le impuso un severo embargo militar y económico y contribuyó a que Iraq le hiciera la guerra durante ocho años.

Sólo a finales de la década de 1990, durante el segundo mandato del presidente norteamericano Bill Clinton, ambos países estuvieron a punto de retomar el diálogo.

El guante tendido por el mandatario estadounidense, quien llegó a reconocer la implicación de su país en el golpe de Estado de 1953, fue recogido por el Gobierno reformista iraní que entonces lideraba el aperturista Mohamed Jatamí. Se relajaron las sanciones a algunos productos -entre ellos las alfombras y los pistachos- e incluso Irán llegó a colaborar activamente en la captura de terroristas relacionados con Al Qaeda y los atentados del 11-S.

Sin embargo, en 2002, un informe divulgado por la oposición iraní en el exilio sobre el programa nuclear de Irán levantó las sospechas de la comunidad internacional, que acusó al régimen de Teherán ocultar un programa secreto paralelo para la adquisición de un arsenal de armas atómicas.

El presidente George W. Bush incluyó entonces a Irán en el denominado eje del mal, endureció las sanciones y con ello permitió que los sectores aperturistas perdieran terreno frente a los conservadores.

"Washington y Teherán deben impedir que un tercero arruine la nueva oportunidad que existe para mejorar la relación bilateral" con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, vaticinó en vísperas del aniversario Kaveh Afrasiavi, investigador iraní afincado en EEUU.

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