Cultura

Adiós a Ceaucescu

Drama, Rumanía-Francia, 2006, 106 min. Dirección y guión: Catalin Mitulescu. Fotografía: Marius Panduru. Música: Alexander Balanescu. Intérpretes: Doroteea Petre, Ionut Becheru, Jean Constantin, Mircea Diaconu, Timotei Duma. Avenida (VOS, rumano).

La muerte del señor Lazarescu y 4 meses, 3 semanas y 2 días, ambas premiadas en Cannes, abrieron la veda para la distribución internacional del último cine rumano. Tras su estela, títulos como Love sick, 12:08, al Este de Bucarest, California Dreamin' o Boogie han encontrado su hueco en la cartelera o en los festivales especializados aprovechando una coyuntura favorable.

Cómo celebré el fin del mundo se suma a esta oleada con unos mismos mimbres. A saber, hablamos de un cine posibilista y austero de raíz realista que, casi 20 años después del periodo más oscuro de la historia reciente del país, insiste en hacer del ambiente sociopolítico de la dictadura de Ceaucescu el principal tema, ya sea frontalmente o a través de la alegoría, de sus ficciones.

La directora Catalin Mitulescu pretende aquí rememorar sus días de infancia a partir de la reconstrucción episódica y libre de los acontecimientos íntimos y familiares de los meses previos al derrocamiento del tirano tras una revolución popular. Su película alterna así la mirada impresionista de dos hermanos, un niño y una adolescente en la que no es difícil adivinar el trasunto de la propia directora, sobre sus padres, amigos, vecinos, novios y otros personajes de un barrio obrero para el que la política y la Historia no son más que un lejano eco del presente hasta que éste asalta finalmente a través de las pantallas de televisión.

Descansa así esta película sobre los afectos y desafectos cotidianos, sobre la empatía con los personajes, sobre una mirada costumbrista y ligera sobre el entorno atenta a los pequeños detalles, en una narrativa fragmentaria que busca más las pinceladas sueltas, la reconstrucción y evocación de determinados momentos, que un trazo o una estructura firme y cerrada. Ahí reside su principal encanto, aunque en ocasiones pueda pecar de cierta ingenuidad.

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