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Crítica de Música

Agonía y felicidad en Brahms

Nueva entrega de la serie Brahms que este año ha programado la Sinfónica y que tendrá continuidad la semana próxima con el retorno al Maestranza del admirado Javier Perianes, una excelente opción para alternar con la feria para todo aquel que se precie de amante de la música.

En esta ocasión era la joven y laureada pianista búlgara la que se sentaba frente al piano para desgranar el denso y monumental primer concierto brahmsiano. Sin aspavientos y con gran serenidad abordó la compleja partitura desde una enorme sutileza en la pulsación y en el fraseo, buscando siempre la expresividad poética antes que la exhibición de fuerza. No forzó nunca las dinámicas, sin por ello restar un ápice de fuerza comunicativa, sobre todo en el Maestoso. Por otro lado, en el Adagio mostró la carga lírica de su magnífico legato, combinado con sutiles dosis de rubato en una línea de canto cuajada de capacidad evocadora. La misma que dominó su versión intimista de La Puerta del vino como propina.

Axelrod abordó su acercamiento a estas obras desde una perspectiva dominada por los contrastes en materia de fraseo y de acentuación. Un Brahms extremo por ambas partes, la del dramatismo y la vehemencia a la vez que la del lirismo y el sosiego contemplativo. El problema es que a menudo el contraste era excesivo y redundaba en versiones sin plena unidad interpretativa. Así, a la carga agónica del arranque del concierto le siguió una clara caída de tensión en el segundo tema. Al revés que en la sinfonía, atacada de forma flácida para luego recuperar el pulso.

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