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LOS MÚSICOS DE SU ALTEZA | CRÍTICA

La cantante y el cura homicida

Luis Antonio González y Olalla Alemán.

Luis Antonio González y Olalla Alemán. / ACTIDEA

Nacidos probablemente el mismo año 1619, Barbara Strozzi y José Marín representan cabalmente dos maneras diferentes de otorgarle sentido mediante la música a los sentimientos enfrentados derivados de la pasión amorosa. Mediante la retórica musical propia del Barroco, la veneciana se adentra en una estética más cortesana y refinada, mientras que el madrileño hace uso de juegos expresivos más atados a la tradición lírica castellana de raíz popular.

Ambos compositores articularon un programa un tanto deslavazado y falto de unidad, con sólo una pieza de Strozzi, tres de Marín y el resto un poco de todo del Seiscientos español e italiano. No obstante lo cual, el resultado final fue de un alto nivel interpretativo gracias a dos consumados especialistas en estas músicas.Olalla Alemán se mueve a caballo de los registros de soprano y mezzo, con un centro ancho y corpóreo, una zona grave bien apoyada a la que se desciende sin saltos ni cambios de color y una primera zona aguda bien timbrada, si bien al subir un poco más allá (en la obra de Strozzi sobre todo) la voz sonó forzada, tirante y metálica. El timbre es de una gran belleza y la articulación de una meridiana claridad; y todo ello al servicio de una notable capacidad expresiva que se desenvolvió de manera seductora una vez superada la frialdad de la primera pieza.

González suplió con claridad en la exposición de las polifonías la limitación de colores por el uso de un órgano positivo, a la vez que elaboró un refinado e imaginativo acompañamiento al continuo.

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