Cultura

Amélie en las alcantarillas

Tal vez consciente del agotamiento de la fórmula de qualité, prestigio y academicismo suntuoso que había protagonizado sus más exitosos y exportables títulos hasta la fecha (Indochina, Los amores de una mujer francesa, La vida prometida y Man to man), el plomizo, nostálgico e impersonal Régis Wargnier, astuto él, se nos pasa a la cosa contemporánea y moderna (sic) con un thriller de trasfondo esotérico que, a partir de una novela de Fred Vargas y con referencias ineludibles a El código da Vinci, Los ríos de color púrpura y demás intrigas de toque ocultista, busca reconciliarlo con el público perdido y ganar adeptos a propósito de un cierto espíritu best-seller.

Rodada con la anodina pulcritud habitual, salpicada de molestas ráfagas e insertos efectistas para justificar no se sabe bien qué actualidad sobrevenida, Plaga final traza con tiralíneas una intriga de perfil bajo y calculados giros de guión (escrito, por cierto ¡a siete manos!), y desconfía siempre de la inteligencia de su espectador, al que se subraya y resume la trama cada diez minutos para que no se pierda en esta historia de venganza, ratas y peste negra ambientada en un París de diseño turístico.

Tampoco anda muy fino Wargnier, a lo sumo pobre imitador de su amigo De Palma en las escenas de acción, en el apartado de dirección de actores: si el omnipresente José García (Arcadia, GAL) se queda corto y blando como improbable detective sagaz y taciturno, Marie Gillain (La carnaza), Olivier Gourmet (El hijo) o Lucas Belvaux (La raison du plus faible) parecen no tomarse nunca demasiado en serio sus respectivos personajes. Ni tan siquiera lo hace el malogrado Michel Serrault (Nelly y el señor Arnaud), en la que ha sido su última y triste aparición en la pantalla.

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