'Warhol, el arte mecánico' | Crítica

Amplio acercamiento a Warhol

  • El Museo Picasso de Málaga ofrece una extensa selección de la obra del artista que ayuda a entender las ideas y el mundo de este creador

Mao Tse Tung, interpretado por Warhol.

Mao Tse Tung, interpretado por Warhol.

Esperar que una exposición esclarezca el enigma Warhol sería esperar demasiado pero la muestra del Museo Picasso hace algo muy valioso: acumular materiales para pensar la obra y las ideas de este hijo de emigrantes eslovacos que dijo mucho de su tiempo y de su país de adopción.

Abren la exposición dibujos y diseños hechos en Nueva York. Allí fue Warhol al acabar sus estudios en 1949. Son trabajos solventes. Interesan a revistas (Vogue, Life, Harper’s Bazaar) y a empresas (Tiffany). Destacan los imaginativos diseños de zapatos. Sin ser los mejores, los más célebres aparecen en una doble página de Life, dedicados a Zsa Zsa Gabor, James Dean o Truman Capote. Son zapatos dorados. Warhol descubrió el pan de oro, se entusiasmó con él y en 1957 hace un libro de artista enfrentando cada dibujo a una página cubierta con ese material.

Las latas de sopa Campbell's. Las latas de sopa Campbell's.

Las latas de sopa Campbell's.

Pero este profesional del diseño apenas interesa a las galerías de arte ni aun cuando reproduce personajes de comics por medios algo artesanales. Hay en la muestra una obra de 1961 que quizá marque un cambio de rumbo. Es Before and After. Sobre un papel de generosas dimensiones (137 x 173 cm) dos perfiles femeninos sugieren que la cirugía puede hacer un rostro al gusto de la época y el país. Un año después, 1962, Warhol, con una técnica à la page, la serigrafía, realiza las Latas de sopa Campbell’s. Las muestra en Los Ángeles, colocándolas como en un expositor de supermercado. En 1964, expone en Nueva York cajas del estropajo Brillo y el ketchup Heinz. Con madera y cartulinas serigrafiadas las hace idénticas a las de cualquier comercio. Tras esta muestra, Leo Castelli, el galerista más reconocido de Nueva York, lo incorpora a su nómina.

Warhol, hijo de emigrantes eslovacos, dijo mucho de su tiempo y de su país de adopción

Sobre estas obras abundan las opiniones. Para Danto, son un origen: cualquier cosa puede ser arte, siempre que encierre una idea. Para Celant, son un final, el de la ambición teórica, ideológica y crítica del arte moderno. Pero la obra de Warhol quizá requiera palabras más humildes. Con la guerra, Estados Unidos ha pasado de la crisis al florecimiento económico. Buena parte de su producción cambia la fisonomía de los hogares. El miedo a la Unión Soviética empuja a buscar el bienestar de las clases medias. Para ello, más que promover la protección social (como hace el Estado en Europa), se impulsa el consumo. La cirugía estética, los productos para el hogar o la Coca Cola son signos de un bienestar igualitario que disuade a las clases medias de toda veleidad política. El resultado es una época tan próspera como aburrida. ¿Señalan las obras de Warhol esa doble condición? El historiador Hal Foster (y el comisario de la muestra) apuntan que seleccionar objetos tan prosaicos y reiterarlos con febril automatismo (como una máquina, decía Warhol), podrían ser rasgos de una conducta traumática que elige sin cesar la imagen o el objeto dolorosos para reafirmar su anclaje en la realidad. No es ninguna patología. Es el modo en que se organiza la sensibilidad y la fantasía en la sociedad de masas.

Así se advierte en el afán de Warhol por fijar la imagen pública (la que perdura en la fantasía de las gentes), la suya y las de los demás, con procesos mecánicos: fotografía, photomatón, serigrafía, tomas cronometradas de primeros planos. Una sala da cuenta de esos procesos que reducen a artistas, galeristas, escritores, cantantes, políticos y el boxeador Cassius Clay (Muhammad Alí) a los rasgos que recogen los media de amplia difusión. De igual modo, Mao Tse Tung: sus imágenes y el divertido empapelado de paredes hacen pensar en el libro rojo acumulado junto a la caja de las librerías, por si algún curioso quisiera completar su compra. Esa misma idea de un mundo prosaico pero seguro, kitsch y con riesgos calculados, late en las dos excelentes instalaciones de la muestra: Nubes de plata y Exploding Plastic Inevitable, reconstrucción de un proyecto de Warhol (música, cine y danza) protagonizado por los habituales de la Factory, el lugar con que Warhol cambió el tradicional estudio del pintor.

Fragmento de 'Gold Marilyn', otra de las obras de la muestra. Fragmento de 'Gold Marilyn', otra de las obras de la muestra.

Fragmento de 'Gold Marilyn', otra de las obras de la muestra.

Pero hay un brote de desazón. La exposición de las Latas Campbell acabó el 4 de agosto de 1962. El día 5 murió Marilyn Monroe. Warhol compra los derechos de un fotograma del filme Niágara, encuadra el rostro de la actriz y comienza una larga sucesión de obras. Frías, como las demás, pero inquietantes porque aluden a la muerte de un mito y de un mito erótico. En la muestra puede verse Gold Marilyn, réplica patética e irónica de la pintura bizantina, o medalla sin reverso en la que la actriz parece perdida. En parecida dirección, Jackie Kennedy en los funerales de su marido, fotos de coches siniestrados o de la silla eléctrica. ¿Obsesión de Warhol o límite de la sociedad opulenta? En todo caso el artista tampoco aquí eleva la voz. Se limita a presentar fotos del desastre de cada día con un cuidado cambio de escala.

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