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Crítica de Teatro

Ángeles necesarios

Altazor

IX MITIN. Compañía laboratorio Teatro (Chile/Barcelona). Autor adaptado: Vicente Huidobro. Dirección y puesta en escena: Jessica Walker. Intérpretes: David Bocian, Julieta Dentone, Mario González Aragón, Karla Ontiveros, Ángela F. Palacios, Julia Rabadán, Roser Vallvé, Camilo Zaffora. Fecha: Sábado 29 de octubre. Lugar: Atalaya TNT. Aforo: Media entrada.

La fama precedía a Altazor, vencedora unánime de la edición séptima del Cenit, y con justicia. Pocas veces se asiste a esta rara intensidad, a la total entrega de una compañía de actores, casi nunca a una reelaboración intelectual y conceptual de un texto literario cuya espontánea traslación deje tanto espacio a la libertad y al juego dramático.

Vaciada y empapelada de notas (versos, confesiones de postrimería, quizás futuros mensajes para hipotéticas botellas), la profunda escena sin bambalina de TNT ofrece el marco perfecto al energético deambular desnudo y frágil de un puñado de cuerpos enfrentados, extasiados, soliviantados y apabullados por el fulgor creativo de aquel Altazor de Huidobro, mítico canto vanguardista que también establece el dibujo de un problemático alter ego desdoblado: el poeta órfico, demiúrgico y visionario que emerge como probable bálsamo con que enfrentar la desconfianza de que todo en la lengua sea arbitrariedad y funcionalidad.

Como alienados de una película de Schroeter o Dwoskin, resulta complicado establecer el estatuto de estos habitantes que mastican un legado poético que igual que ofrece efímeras alas, se atraganta con su carga de responsabilidad inhumana. Y es que este Altazor, que es pura potencia y fiesta teatral, también sabe no tomarse del todo en serio, no dejarse arrastrar por lo misticoide. Vimos aquí locos, santos, cínicos, desesperados, pero sobre todo ángeles, ángeles necesarios, como los llamó Cacciari. Entre el arriba y el abajo, encarnaron con su magnética presencia un misterio -uno que dan a ver- que se relaciona con el nombrar poético, con la palabra antigua que se recorta de un denso trasfondo para susurrar al presente. Todo lo supimos cuando se hizo la luz, como un rayo, con el monólogo de Julia Rabadán, que hila desde esta inefable intemperie toda la paleta de anhelos con ese cuerpo descoyuntado de voz firme del que las palabras caen severas y luminosas.

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