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Cultura

Antonio Hernández apuesta por la emoción del lector en 'A palo seco'

  • El autor gaditano regresa a la poesía tras siete años sin publicar un libro de este género · Los versos reflejan la experiencia del escritor con una depresión

El gaditano Antonio Hernández (Arcos, 1943) recoge "una experiencia de vida" en A palo seco, libro que supone el regreso del autor al género de la poesía y que surgió como "una depuración, una catarsis" frente a una depresión que sufrió el escritor. El texto, en el que su creador quería "reflejar los distintos estadios de la enfermedad", avanza desde la amargura -"ya ha comenzado", aseguran los primeros versos, "la cuenta atrás, el ensayo general para la muerte, / la soledad, su prólogo de sombras"- hasta una mayor comprensión del mundo por parte del poeta.

En su recorrido, Hernández se desnuda con descarnada franqueza, en un autorretrato en el que admite concesiones anteriores en busca de la aprobación ajena y haber caído en la flaqueza de la envidia. "Lo que he hecho es un ajuste de cuentas conmigo mismo. La mía es una posición crítica, y para que tenga crédito tienes que empezar por uno", declara el poeta, consciente de que hay que partir de lo propio "para que lo que cuentas sea universal, para conseguir la comunicación entre el yo y el nosotros".

Hernández no piensa, como apuntó Pessoa, que el poeta sea un fingidor. En A palo seco el autor reconstruye vivencias junto a antiguas amistades, alude a tortuosas relaciones personales, evoca a familiares desaparecidos. Cuando se llega a "determinado momento de la vida, hay que hacer testamento y atar los cabos sueltos", no queda espacio para la impostura. "El poeta se las tiene que jugar todas", opina, una convicción que echa de menos en otros compañeros de oficio. Para Hernández, "la poesía española se anda mucho por las ramas, aquí no tenemos valor para mostrarnos como realmente somos".

Lanza el dardo lejos ya de esa "posición beligerante" que reconoce haber tenido en el pasado, sin que su voz delate afán alguno de provocación. De hecho, ahora expresa que "las guerras entre poetas" le interesan cada vez menos, aunque, precisa, "fueron el centro de mi vida".

El destino último de los esfuerzos de Hernández, en la actualidad, es "emocionar al lector, ése debería ser el objetivo primordial". Por eso concibe que el poema tiene que nacer de "una necesidad biológica, no de un hobby. Esto de ver la poesía como oficio consigue una poesía fría. Se está perdiendo la emoción en la creación actual, y un poema ha de tener garra". Quizás porque sabe que "la poesía no es un fenómeno que se encuentre, sino que te busca", Hernández ha tardado más de siete años en regresar con un libro de versos.

En el poema Contra Parménides, Hernández proclama su percepción de la lírica como algo orgánico, dinámico, un revulsivo contra lo establecido, con la belleza, la pasión y la libertad como armas contra la sensatez y la calma. "Para crear algo nuevo hay que rebelarse contra lo que nos viene dado", concluye.

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