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Barragán, Ionita y Pérez Floristán | Crítica

El triunfo absoluto de la música

Un trío de jóvenes solistas triunfó en el escenario del Maestranza.

Un trío de jóvenes solistas triunfó en el escenario del Maestranza. / Guillermo Mendo

La música de Schumann burbujea de la exaltación épica a la nostalgia, del frenesí del baile al recogimiento casi místico en sus Papillons Op.2, y Juan Pérez Floristán lo lee con el ímpetu de la juventud y la maestría de un inmenso talento que compartió en escena con dos compañeros, tan jóvenes como él (sólo Pablo Barragán supera, por poco, la treintena) y tan deslumbrantes.

Las Opp.94 y 73 de Schumann son auténticos lieder instrumentales. Importa el canto, ¡y cómo cantaron el clarinete de Barragán y el violonchelo de Andrei Ionita! El joven marchenero logró de su instrumento unas inflexiones casi vocales; el rumano sacó del cello una voz de elocuente claridad y profundidad esclarecedora.

De la jovial y lírica primavera schumanniana se pasó en la segunda parte al otoño esencialista de Brahms, un lirismo desnudo, melancólico y acogedor que en la Sonata permitió a Barragán mostrar la belleza del tránsito por todo el registro de su instrumento, y en el Trío se expandió hasta hacerse pura poesía de la que casi no puede hablarse. Inefable por su capacidad para tocar sin alharacas la sensibilidad más honda del oyente.

Acaso quepa decir que la manera de interiorizar esta música, de una austeridad quintaesenciada hasta lo sublime, supera lo que podría esperarse de tres solistas jóvenes. Fue una interpretación matizada hasta el más mínimo detalle, transparente, plena de equilibrio, lúcida, apasionada, sin un gramo de ganga. Plenitud completa, triunfo absoluto de la música.

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