Crítica 'Everest'

Belleza y cólera de la naturaleza desencadenada

everest. Aventuras/drama, EEUU, 2015, 121 min. Dirección: Baltasar Kormákur. Guión: Lem Dobbs, Justin Isbell, William Nicholson. Fotografía: Salvatore Totino. Música: Dario Marianelli. Intérpretes: Jason Clarke, Josh Brolin, Jake Gyllenhaal, Keira Knightley, Sam Worthington, Robin Wright, Emily Watson, John Hawkes.

La técnica al servicio del espectáculo total, emocionante, aventurero, apabullante. Paisajes asombrosos, catástrofes naturales sobrecogedoras, esfuerzos sobrehumanos que no buscan más recompensa que conquistar lo inconquistable y alcanzar lo inalcanzable. Juega Everest con las mismas entrañas del cine desde sus primeros años de cinematógrafo (las vistas en movimiento de paisajes inalcanzables para el común de los mortales) y desde sus primeros años como narración, especialmente en las cinematografías nórdicas y alemana. En esta última las películas de montaña rodadas en paisajes naturales se convirtieron en un género -el bergfilm- cultivado en los años 20 por Arnold Franck, Luis Trenker o la tan genial como repugnante Leni Riefenstahl, que interpretó y dirigió varias de ellas (La luz azul, escrita, dirigida e interpretada por ella, fue la película que convenció a Hitler para encargarle El triunfo de la voluntad y Olimpia). Desde entonces hasta hoy la escalada ha dado lugar a documentales y películas de ficción suficientes como para poder hablar de un subgénero del cine de aventuras o incluso de un género.

A estas entrañas del cine, que por ello son también entrañas de sus espectadores, apela Everest. Incluso que su director, Baltasar Kormákur, sea islandés nos retrotrae a esa pasión primera de los cines nórdicos por el drama paisajístico. Él ya ha rodado dramas en los que la naturaleza era un elemento dramático más (El mar, Las marismas) o incluso el protagonista absoluto (Lo profundo, rodada sin recurrir a trucos al modo de las antiguas películas de naturaleza). En este terreno, e incluso en la totalidad de su interesante pero irregular filmografía, Everest es su mejor obra. En ella ha tenido que recurrir necesariamente a efectos digitales, pero están perfectamente insertados en los impresionantes paisajes naturales. Nunca se tiene sensación de truco, siempre se siente el sobrecogimiento de la cólera de la naturaleza y de su belleza.

Además del espectáculo salvaje o majestuoso de las montañas hay también una historia real que sirve para enfrentar el montañismo como deporte y como negocio -el furor de los deportes de riesgo-, la profesionalidad del deportista y el afán de aventura del aficionado. En esto también Everest rebusca en las entrañas del cine de aventuras: ¿cuántas películas ambientadas en safaris, viajes marítimos o escaladas no han visto en las que el capricho de quien puede pagárselo choca con el criterio del profesional a sueldo que ha de guiarlo, poniendo en peligro la expedición? Basada en trágicos hechos reales, el guión de los triunfantes William Nicholson (Gladiador, Los miserables, Invencible) y Simon Beaufoy (Full Monty, Closer, Slumdog Millionaire) desarrolla perfectamente situaciones y caracteres con pocas líneas de diálogo, dando pie a muy buenas interpretaciones de un gran reparto: Jason Clarke, Josh Brolin, Keira Knightley, Jake Gyllenhaal, Emily Watson o Sam Worthington. El buen guión y las buenas interpretaciones permiten que, siendo el espectáculo total y la intérprete absoluta de la película la montaña, no quede todo en un fuego artificial de efectos especiales. Con sabiduría cinematográfica los efectos digitales se integran en los paisajes naturales a la vez que las historias y enfrentamientos personales se integran en la épica de la lucha contra los elementos desencadenados. Estas inserciones convierten a Everest en un soberbio espectáculo no hueco.

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