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Cultura

Cádiz de Bram Stoker

Cádiz de Bram Stoker. O de Arzalluz. Por lo de la pureza. De sangre. Un elenco netamente gaditano. El espectáculo es un homenaje a Las calles de Cádiz, pero en él no podrían participar sus mentores, Ignacio Sánchez Mejías y Federico García Lorca. Ni sus protagonistas: Niño Gloria, Manolo de Huelva, La Macarrona, La Malena. Ni su creadora, La Argentinita. Y es que no eran de Cádiz. Dicen que cuando no se tienen ideas, se vuelve uno chovinista. Y eso es este espectáculo. Una obra chovinista. Pero sin Cádiz. Una obra fría, larga, reiterativa. Con lo mejor, eso sí, del Cádiz flamenco actual. Artistas singulares que no se pueden someter a la disciplina glacial que impone esta obra.

Rosario Toledo está enclaustrada y lo que suele ser fantasía en su arte, se torna en Cádiz una mueca patética. De Mariana Cornejo he escrito que es una de las mejores cantaoras de hoy, más allá de su chispa, de su desparpajo, de estilos clásicos y graves. Pero, ¿estuvo anoche Mariana sobre la escena? No se le vio, sepultada por los lugares comunes. Tampoco había luz para ver. ¿Se imaginan un Cádiz sin luz? No lo podrá hacer el que no haya visto esta obra. Tampoco el que la haya visto. Porque en Cádiz, Cádiz brilla por su ausencia. No está la Alameda Apodaca ni la Caleta. Nada de Santa María o La Viña. El Junco brilló, como suele hacerlo, en las codas festeras, en especial en las bulerías en tono mayor de las alegrías. Su estilo es fresco, gracioso, pero, a mi entender, no es el apropiado para la gravedad de la seguiriya que anoche intentó. Salazar también estuvo desdibujada y peripatética, tratando de acoplarse disciplinadamente en los números de grupo, y brillando algo en las intervenciones en solitario, en que se cantó y bailó. Lo que más me gustó fue Miguel Rosendo, un timbre asombroso, una entrega total, completamente indenne a lo que le rodeaba. Y completamente ignorada más allá de ciertos paladares. María José Franco, más habituada por su militancia en la compañía de El Pipa a estos menesteres, hizo lo que siempre hace, una pincelada de blanca sensualidad flamenca. El guión musical, de Faustino Núñez, presentó alguna idea interesante, como el incluir los pregones de Macandé en las cantiñas, o exponer con naturalidad la sana promiscuidad del cante flamenco y el de carnaval. La puesta en escena tiene algún toque de ingenio con otros totalmente gratuitos.

Pero, como decía al principio, este barco gaditano estaba abocado al naufragio artístico. Es lo que ocurre cuando los gestores tienen ideas artísticas. Que no las tienen. ¿Y cuál es el objeto de una producción que ha costado 180.000 euros? La cifra exige una reflexión, más teniendo en cuenta la precariedad presupuestaria que tantas veces se esgrime en nuestro arte, incluso desde la administración pública. Permítanme por tanto acabar por bulerías, aunque sean de Jerez y no de Cádiz: "Me ha costado un dineral, y ahora la ando vendiendo por lo que me quieran dar".

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