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Cantica | Crítica

Fantasías de la Sevilla del Quinientos

Cantica en el Alcázar

Cantica en el Alcázar / Actidea

Un paseo por la Sevilla cosmopolita de principios del siglo XVI, cuando el tráfico exclusivo con las Indias hizo crecer la ciudad hasta convertirla en una de las urbes más pobladas y complejas de Occidente. Una Sevilla llena de banqueros, comerciantes, prestamistas, marinos, templos y palacios aristocráticos, pero también de aventureros, rufianes, cuadrillas de maleantes y lupanares de toda condición. Un paseo por las músicas de la época. A eso invitó Cantica, el nombre con el que se presentó en el Alcázar la formación del multiinstrumentista (y más cosas) Emilio Villalba, conocido ya por otros proyectos de planteamiento similar.

Los cancioneros renacentistas españoles recogen básicamente la tradición de la canción cortesana como se hacía en España en la segunda mitad del siglo XV y la primera mitad del XVI (de hecho, el más importante, extenso y difundido de todos ellos, el Cancionero de Palacio o de Barbieri se empezó a recopilar en el entorno de Isabel I). Hay que hacer una distinción de todos modos con el conocido como Cancionero de Upsala (o del Duque de Calabria) que no es un manuscrito, como los otros, sino el único resto que ha sobrevivido de una edición de villancicos publicada en Venecia en 1556. Que en estas músicas hubiera rastros de diferentes tradiciones populares resulta indudable, pero en principio eran canciones de la tradición culta, villancicos, romances, madrigales... En ellos se basó principalmente el programa de este concierto, con algunos añadidos, como la canción sefardí o la danza turca editada por Cantemir de forma tardía.

La música cortesana del Renacimiento era polifónica, aunque eso no significa que se interpretara usando exclusivamente cantantes. Está bien documentada la práctica de cantar con los instrumentos. Más difícil es imaginar una interpretación del tipo de la que ofreció Cantica, con esa extraordinaria variedad de timbres, pero eso tiene también su encanto. Lo que se nos ofreció fue una fantasía ucrónica para recrear melodías, ritmos y colores de una forma desprejuiciada, que tiene mucho más que ver con nuestra manera de ver la música en el presente que con la de los hombres del siglo XVI. Algo perfectamente razonable. Espectáculo bien concebido, articulado para un público amplio y diverso.

El concierto además tuvo eso, encanto. Encantadora la voz natural de Ángeles Núñez, que supo hacer de forma tan sugerente los romances de frontera como las canciones sicalípticas o de (des)amor, matizando con buen gusto y ornamentando lo justo, allí donde tocaba. Seductores siempre los acompañamientos, con variaciones y glosas bien trabajadas, imaginativas y llenas de sentido, la presencia (extraña, pero atractiva) de un virginal y unas combinaciones por completo inéditas; yo al menos jamás había escuchado Si habrá en este baldrés acompañado por una zanfoña, una trompeta marina y un pandero o Propiñán de Melyor tocado con una zanfoña, un organetto y un tambor. El público mostró su entusiasmo al final del recital. Cantica repite este programa en el Alcázar los próximos días 2 y 14 de agosto y 12 de septiembre. 

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