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Crítica de Música

Colores endoce cuerdas

Que los dos mejores guitarristas clásicos de la ciudad actuaran juntos fue un acontecimiento que desembocó en un lleno absoluto en el recinto del Alcázar. Conocíamos sobradamente a cada uno por separado y los admirábamos, pero en formación de dúo fueron más allá de la suma de ambos talentos, fue más bien una elevación al cuadrado de las suma de ambas potencialidades. Se pudo admirar en ambos la precisión de su pulsación (salvo en algunos pasajes de las variaciones de Sor y en la tonadilla de Granados), la limpieza de su sonido, la agilidad al servicio de la expresividad y, sobre todo, la enorme musicalidad de ambos guitarristas.

Con un programa no por conocido menos sugerente por el deseo de ver cómo podían sonar para estas dos guitarras obras nacidas desde el piano, la actuación se abrió no obstante con una obra creada originalmente para esta formación, la fantasía "al estilo español" de Sor, que en manos de Bernier y de Duro sonó con una articulación punteada, sin glisandos ni portamentos, limpia y cristalina y en cuyas variaciones y bolero final se pudo disfrutar del virtuosismo de ambos y de su flexibilidad rítmica.

A la cantabilidad y la claridad en la exposición de las voces de Duro en la tonadilla de Granados le respondió el expresivo uso del rubato de Bernier en la Andaluza del mismo autor. Pero lo mejor de la noche vino con las versiones de las tres piezas de Albéniz, modelo de complementariedad en el que supieron explicitar la profunda densidad textural del original. Excepcional fue el juego de colores y la delicada poesía con las que nos regalaron en su versión de la Evocación.

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