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Cultura

Contención frente a efusividad

Programa: Lieder, baladas y canciones de R. Schumann, R. Strauss, I. Albéniz y M. de Falla. Piano: Roger Vignoles. Lugar: Teatro de la Maestranza. Fecha: Lunes, 3 de diciembre. Aforo:Lleno.

Desde que superase hace unos años un claro bache vocal, la renovada Ainhoa Arteta parece haber encontrado la senda para sacar el máximo rendimiento de sus condiciones vocales. Habiéndola ya conocido en el terreno operísticos desde entonces, faltaba en Sevilla comprobar su sintonía con un universo tan diverso y tan exigente como el de la canción de concierto, en el que a la efusividad y exterioridad de la ópera le sucede la contención y el detalle enn el fraseo.

En este terreno hay que reconocer que en la primera parte del programa, centrada en el ciclo Frauenliebe und leben de Schumann y en tres de las más conocidas canciones de Strauss, Arteta denotó un muy serio esfuerzo por concentrar la expresión en el acento y en el matiz de la voz, sin dejarse llevar por fáciles recursos exteriores. Tras una primera canción en la que voz estaba aún algo fría, con un algún leve roce y algunos sonidos descubiertos, el resto del ciclo schumanniano fue desarrollándose desde la intimidad de la experiencia amorosa, con una muy buena línea de canto (Du ring an meinem Finger) y un soberbio legato. El control de la emisión fue especialmente relevante en este repertorio, controlando el vibrato que caracteriza a la voz de la tolosarra y firmando algunos ataques de magnífica definición y limpieza, como el inicial en pianissimo en Süsser Freund, o el grave inicial de Nun hast du mir. Con todo, fue el registro grave el que más se resintió, especialmente en este último lied que cierra el ciclo.

Ya con las canciones de Strauss, especialmente en Ständchen y Zueignung, Arteta dio rienda suelta al canto en forte y a una mayor exteriorización de los sentimientos, con lo que se perdió algo el control del sonido y afloraron sonidos excesivamente vibrados.

Las deliciosas y poco cantadas baladas italianas de Albéniz sonaron con algo de monotonía en el fraseo, al que le faltó algo de melancolía, si bien Morirò! supuso uno de los más bellos momentos de la noche por su introspección.

Pero las canciones de Falla fueron ya otra cosa. En primer lugar, los textos eran apenas inteligibles; en segundo, faltó matizar mucho más el fraseo, sin pecipitarse como en el Polo y con mucha más intencionalidad en la Jota; y en tercero, sobró algo de fácil exageración casticista.

Hay que descubrirse ante un pianista como Vignoles, un maestro del color y del detalle, capaz de evidenciar la riqueza del piano más allá del acompañamiento.

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