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Cuarteto de Guitarras de Andalucía / Sevilla Guitar Dúo | Crítica

Evocación, casticismo y danza

Cuarteto de Guitarras de Andalucía (desde la izquierda, Riba, Bernier, Duro y Martínez).

Cuarteto de Guitarras de Andalucía (desde la izquierda, Riba, Bernier, Duro y Martínez). / P. J. V.

No hay mucho repertorio para el cuarteto de guitarras, que tampoco es una formación demasiado usual. Y de hecho, este Cuarteto de Guitarras de Andalucía que forman un cordobés (Riba), un jiennense (Duro), un granadino (Martínez) y un sevillano (Bernier) es de los pocos que se mueven en el panorama nacional. Esa falta de repertorio propio hace que el recurso al arreglo se vuelva imprescindible. El grupo arrancó su concierto con los que hizo Angelo Gilardino sobre la Suite Andalucía del cubano Ernesto Lecuona, sabrosas páginas pianísticas de las que se presentaron tres estampas evocativas, la melancólica Córdoba, una jovial y despreocupada Andalucía y una fluyente y decorativa, muy bien ornamentada en el arreglo, Guadalquivir.

Anterior al cuarteto, el Sevilla Guitar Dúo que forman Bernier y Duro tienen una más amplia trayectoria. Se enfrentaron a una de las grandes obras del repertorio del dúo de guitarras, la Tonadilla de Joaquín Rodrigo, con su elegante (y virtuoso) casticismo, que arranca de lo más noble de la tradición clásica española.

Volvió el cuarteto para un Albéniz que se movió entre la misteriosa y algo difusa Oriental y el célebre y vivaz bolero de Puerta de Tierra. Riba y Martínez formaron luego dúo para adentrarse en Falla, y lo hicieron con una lenta y bien paladeada Cubana, guajira nostálgica y dulce, antes del ritmo febril de la Danza de la molinera de El sombrero de tres picos. Fue preludio del, para mí, momento más intenso de la noche, los arreglos sobre El amor brujo, en los que el cuarteto mostró, además de la afinación, la precisión en el engarce sonoro, la musicalidad y la agilidad del resto del programa una capacidad notable para encontrar matices de color, en una gama de timbres que presentó a los cuatro instrumentos con una transparencia inédita hasta ese momento: lo lograron en un itinerario que partió de una Escena espectral, modernísima, pasó vibrante por la Canción del fuego fatuo, iluminada por su sensual melodía, y se extasió en un Romance del pescador intimista, delicado, emocionante, antes del estallido final de una de las danzas españolas de La vida breve.

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