Cuarteto St. Lawrence | Crítica

Haydn y el teatro instrumental

Cuarteto St Lawrence

Cuarteto St Lawrence / Marco Borgrevve

Muy poco público para un acontecimiento artístico de esta magnitud: los seis cuartetos de la Op.20 de Joseph Haydn en doble sesión (mediodía, sobremesa) con un extraordinario conjunto americano en la escena, que además acaba de grabar la colección. Sólo cabe lamentar la ausencia de programa de mano, que rebaja innecesariamente el valor del espectáculo, el ciclo en el que se integra y la sala que lo acoge.

El St. Lawrence String Quartet toca con instrumentos modernos, pero tiene bien aprendida la lección de los músicos historicistas. Su repertorio estilístico incluye articulaciones nítidas y bien marcadas, ataques vigorosos y afilados, contrastes netos y un equilibrado juego entre acentos y frases que van modelando una visión dúctil de la música haydniana, presidida ante todo por su contenido retórico. Fue un Haydn esencialmente teatral el que ofreció el conjunto americano.

Acaso lo más flojo de toda su actuación fuera el arranque matinal con ese Allegro de apertura del Cuarteto nº6 que sonó demasiado blando, frío. En el Adagio, Geoff Nuttall mostró ya un virtuosismo que funcionó admirablemente en los pasajes concertantes, en los que el primer violín asume el protagonismo casi como si de un cantante de ópera se tratara. Así en el maravilloso Adagio del Cuarteto nº2, que el grupo abrió con un unísono de gran intensidad y trató con una variedad de matices (dinámicos, agógicos) soberbia, o en el curioso Adagio del Cuarteto nº5, en el que, a la vez que intercambia sus motivos con el segundo violín, el primero fantasea en volátiles disminuciones.

En otro Adagio, el del Cuarteto nº4, pudo admirarse la belleza de las voces intermedias en diálogos que parecieron auténticos recitativos. El St. Lawrence respetó cuidadosamente las indicaciones sottovoce que Haydn coloca en las fugas de cierre de los Cuartetos 2, 5 y 6, que se desarrollaron como auténticos susurros, delicados y transparentes, hasta el abrupto estallido en forte con que Haydn dispone algunos compases de la sección final de cada una de ellas.

Especial mención merece el Cuarteto nº3, uno de los dos de la serie que está en modo menor, que fue interpretado en la matinal. El St. Lawrence lo concibió en la línea del Sturm und Drang más dramático, con un arranque intensísimo, que transmitió su tensión a un minueto que sólo respiró relajado en su Trío. El Poco Adagio tomó de nuevo la forma del recitativo con un distinguido lirismo melancólico, apoyado en un violonchelo sólido y de bellísimo registro agudo, antes de un Finale otra vez tenso y apasionadamente tempestuoso.

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