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Danse Macabre | Crítica de danza/circo
**** ‘Danse Macabre’. Concepción, dirección y coreografía: Martin Zimmermann. Creación e interpretación: Tarek Halaby, Dimitri Jourde, Methinee Wongtrakoon, Martin Zimmermann. Creación musical: Colin Vallon. Dramaturgia: Sabine Geistlich. Escenografía: Simeon Meier, Martin Zimmermann. Iluminación: Sarah Büchel. Vestuario: Susanne Boner. Lugar: Teatro Central. Fecha: 4 de febrero. Aforo: Lleno.
El teatro de Martin Zimmermann, todos lo hemos disfrutado en sus numerosas visitas al Central, está hecho de mimo, circo, danza, música, instalaciones… Pero en todas sus obras, junto a sus muchas destrezas y a una perfección formal increíble, hay siempre una preocupación social que lo honra y lo dignifica.
Danse Macabre tiene lugar en un vertedero de cualquier parte y sus protagonistas son seres marginados que tratan de sobrevivir en él. Nada que no veamos a diario, bien en la televisión (los más afortunados) bien en directo, en este mundo apocalíptico que nos ha tocado vivir.
Un mundo terrible, cuya inestabilidad simboliza un habitáculo que oscila continuamente en lo alto de un montón de basura. En él, tres seres, no por degradados menos humanos, nos van a dar una auténtica lección de resiliencia mientras que la muerte, a veces incluso tierna (el propio Zimmermann), los gobierna a su antojo.
Todos tratan de encontrar un lugar estable donde descansar, una ocupación que los gratifique, o como seres sociales que son, una relación, sea la que sea, con el otro, con “su igual”.
Y mientras luchan enérgicamente por esta supervivencia (no solo física), nos muestran sus fantásticas artes. El francés Dimitri Jourde está sencillamente genial persiguiendo a su zapato o intentando sentarse en una silla mientras el habitáculo que lo cobija se mueve sin cesar. La acróbata sueca Methinee Wongtrakoon nos sorprende tratando de sacar partido a los desechos y de entrar en simbiosis con algunos de los animales que -se supone- conviven en el vertedero mientras que Tarek Halaby, vestido de mujer, intenta conservar su glamour y canta.
En medio de todos ellos, disfrutando y castañeteando los dientes, haciendo de muerte juguetona y maestra de ceremonias, el Zimmermann de siempre.
Al final, Halaby, micrófono en mano, grita y nos dice que este 2022 va a ser nuestro año. Ojalá que así sea.
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