Crítica de Música

Deslumbrante exhibición vocal

La soprano Sondra Radvanovsky.

La soprano Sondra Radvanovsky.

Parece estar en los libros de estilo de cualquier cantante de recitales: hay que empezar con alguna obra que sirva para calentar la voz. Sondra Radvanovsky debió de saltarse ese capítulo. Para empezar, la cavatina y cabaletta con las que la reina de Escocia abre el segundo acto de la Maria Stuarda de Donizetti. Marcando terreno desde el inicio, la soprano americana mostró sus apabullantes medios: potencia, afinación, flexibilidad, fiato, amplitud de registro, pureza de los agudos, solidez de los graves...

De origen ruso, pero nacida en Chicago, la cantante, de 47 años, alternó arias de ópera con canciones, todo muy vinculado a su biografía, como ella misma fue comentando. Radvanovsky se movió con asombrosa facilidad tanto en el belcantismo donizettiano como en el lirismo de la Rusalka de Dvorák o en el verismo del Andrea Chénier de Giordano, una Mamma morta de un dramatismo descarnado y unos agudos refulgentes y cristalinos. La Adriana Lecouvreur de Cilea y la Tosca de Puccini sólo hicieron corroborar en las propinas que Radvanovsky es lo más parecido a una soprano assoluta que se ha visto por Sevilla en mucho tiempo, no sólo por la extensión de su registro, sino por la facilidad para pasar del pianissimo más estremecedor al forte más estentóreo, de la más brillante floritura en el agudo al más contundente apoyo dramático en el grave, todo ello con una impresionante gama de matices intermedios. Voz cálida, de hermosa vibración natural y timbre oscuro, pero que la cantante sabe moldear de forma admirable, adquiriendo por ejemplo un bellísimo tono plateado en la famosa aria de Rusalka.

En las canciones, la expresión se hizo flexible, variadísima. Radvanovsky maravilló con las cuatro matizadísimas piezas de Rachmaninov, y con La Ricordanza de Bellini dio una auténtica lección en el uso de la media voz y de los filados. Delicioso paseo por el mundo americano, de las canciones de Copland (en At the river logró una milagrosa unción introspectiva) al ligero My fair lady de las propinas. Impecable acompañamiento de Manoli.

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