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el buen hijo | Crítica de teatro

Dolor, vergüenza y prejuicios

Josu Eguskiza y Rosa Merás, protagonistas de 'El buen hijo'

Josu Eguskiza y Rosa Merás, protagonistas de 'El buen hijo' / Alba Pasamontes

Escrita por una mujer, dirigida por otra, El buen hijo te sitúa ante un espejo que devuelve una imagen tan clara, tan nítida, tan demoledora, tan prístina que agarrota tus más férreos planteamientos ante la igualdad entre hombres y mujeres.

Pilar G. Almansa (Córdoba, 1976) indaga en la mente de un convicto culpable de violación. Lo hace con la complicidad de una psicóloga interpretada con gran resolución y entereza por Rosa Merás. Pero, muy pronto, nos damos cuenta de que el cuestionario que se le hace a este hombre, Josu Eguskiza, lleno de vehemencia, fuerza contenida, e imbuido en su auto proclamada inocencia, nos lo están haciendo a todos los espectadores. Mentalmente, contestamos a las preguntas de su encuesta y vamos descubriendo con pavor, que los clichés, los lugares comunes sobre lo que una mujer quiere y no quiere y cómo lo transmite están dentro de nosotros mismos.

Pilar Almansa demuestra ser una excelente escritora dramática

El buen hijo pone de manifiesto tanto el machismo evidente como el encubierto y del que todos somos partícipes. Pilar Almansa demuestra un excelente dominio de la palabra. Dosifica la tensión y nos confunde al huir de las ideas maniqueas. Podemos sentir empatía en algunos momentos y odio en otros. Nuestros valores son sometidos a una evaluación y es horrible descubrir que formamos parte de esa misma sociedad que ‘naturaliza’ situaciones que son absolutamente deleznables.

Rosa Merás y Josu Eguskiza llenan de humanidad a sus personajes y resultan embriagadores en la escena de la visita de la madre.

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