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Cultura

La expresividad de Eduardo Arroyo se expone en la Galería Isabel Ignacio

  • El artista madrileño agrupa 16 obras de distintas etapas como "una manera de presentarme ante Sevilla" · Es la primera muestra individual del creador que se programa en una sala privada hispalense

Pese a ser uno de los pintores más reconocidos de la escena artística española, el madrileño Eduardo Arroyo nunca había montado una exposición individual en una galería privada sevillana. Hasta ahora, sus admiradores sólo habían podido disfrutar de una serie dedicada al boxeo, titulada K.0., que se programó en la Casa de la Provincia dentro de una iniciativa pública como el desaparecido Festival de Cine y Deporte.

La Galería Isabel Ignacio afronta esta asignatura pendiente de la ciudad e inaugura mañana una muestra sobre este destacado representante del arte figurativo. Para difundir la personalidad polifacética y la versatilidad de registros de este creador, se exhiben 16 obras suyas, una selección en la que se combinan tanto óleos sobre lienzo, la mayoría pertenecientes a la última década, papeles originales fechados desde 1981 y dos de sus célebres collages sobre lija del año 1976.

"Esa variedad responde a que he planteado la exposición como una manera de presentarme", explica Arroyo, que asegura que "cuando voy por primera vez a un sitio, y en Sevilla sólo estuve antes con esa colección sobre boxeo, me gusta dar diferentes toques de diferentes modos de hacer, para que el público se haga una idea de cómo es mi trabajo".

En esta toma de contacto con la capital andaluza, Arroyo divulga parte de uno de sus proyectos más personales, la serie Un día sí y otro también, compuesta entre los años 2002 y 2003 y concebida como "un diario pintado, pero también vivido" en el que el que es considerado padre de la figuración narrativa plasma sus inquietudes, "situaciones, viajes y lecturas" en los que se sumergió el autor durante el tiempo de gestación de la propuesta.

Así, la exposición de Isabel Ignacio cede su espacio a un maestro que siempre ha querido tocar los resortes de la realidad, y la vida, en su carrera. "Yo identificaría tres fuentes importantes en mi obra: la lectura de los periódicos, que siempre algo te dicen, algo te regalan; la poesía, que yo creo fundamental, que te da un respiro y es muy generosa, y ese estar un poco alerta de lo que pasa en la calle", enumera el pintor, consagrado con el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1982.

Arroyo, que desde que empezó su carrera a finales de los 50 ha sido objeto de revisiones por parte de prestigiosos museos internacionales como el George Pompidou de París, el Guggenheim de Nueva York o el Reina Sofía de Madrid, resta importancia a las grandes conquistas y admite su simpatía por las muestras de pequeñas dimensiones, donde es posible una intimidad entre el visitante y la creación que contempla. "Tenemos tendencia a recordar los grandes acontecimientos, pero igual de importantes son aquellos episodios modestos que nos abrieron las puertas", opina. De su vasto curriculum, Arroyo elige aquellas citas en las que su inquietud artística evolucionó hacia nuevos terrenos, como "una muestra en París, por ejemplo, en la que pasé de una paleta muy colorista a otra diferente".

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