Estampas italianas para la amnesia colectiva

Manuel J. Lombardo

26 de mayo 2010 - 05:00

Baarìa. Drama, Italia, 2009, 150 min. Dirección y guión: Giuseppe Tornatore. Fotografía: Enrico Lucidi. Música: Ennio Morricone. Intérpretes: Francesco Scianna, Margareth Madè, Salvatore Ficarra, Ángela Molina, Enrico Lo Verso, Luigi Lo Cascio, Raoul Bova.

No es de extrañar que Silvio Berlusconi, una de cuyas empresas (Medusa) está detrás de este filme, haya saludado Baarìa como la gran película italiana del momento, el modelo en el que todas las demás deberían mirarse, el ejemplo de una cierta épica nacional apta para todos los públicos. Tampoco sorprende que haya sido Giuseppe Tornatore el encargado de dirigirla, director del que, desde los días de la popular Cinema Paradiso, ya conocíamos su tendencia a la simplificación histórica a gran escala y al sentimentalismo nostálgico como principales marcas de estilo.

Baarìa pretende contar la historia de Italia en el último siglo (desde los años treinta hasta nuestros días) centrándose en tres generaciones de una familia trabajadora de un pueblo siciliano. Construido el decorado perfecto para el paso de los años en una calle polvorienta con iglesia al fondo, la película funciona como una apisonadora narrativa hilvanando escenas didácticas y explicativas que, con el pretexto de lo íntimo o lo familiar, pretenden hacerse eco de los cambios sociales, culturales y políticos del país desde ese rincón, a veces entrañable, otras cruel, siempre simpático y pintoresco, pegado a la tierra.

La operación se nos antoja de un simplismo sonrojante. Como en aquellas viejas cintas de Don Camilo, fascistas, demócrata-cristianos, comunistas, patronos, trabajadores, sindicalistas, curas o mafiosos quedan retratados en el límite de la caricatura, de la misma forma que el resto de personajes sin etiqueta simbólica devienen figuras meramente decorativas en un fresco popular que se quiere trasunto de un país aunque no pase de mero teatrillo costumbrista.

El estilo almibarado, enfático y grandilocuente de Tornatore parece el adecuado para que nada de lo que sucede pese o importe demasiado más allá de su esquematismo y de sus imágenes vacías. Una empalagosa y saturada fotografía en tonos ocres, la música de Morricone a todo volumen y unos constantes y agotadores movimientos de cámara son el fiel y caro reflejo de una narración ampulosa, hueca y epiléptica que no deja nunca que las escenas ni los personajes respiren por sí mismos. A la falta de aire del conjunto, se suma un doblaje que, aun respetando el dialecto siciliano, aplana la co-presencia de actores profesionales e intérpretes improvisados, que prestan su particular fisonomía sureña a un supuesto retablo sobre la memoria histórica (y sentimental) que deviene, paradójicamente, todo un canto épico a la amnesia colectiva.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Mapa de Músicas | Mario Pérez. Violinista

Buscando a Felipe Libón

El hombre de Tempul-Los gitanos | Crítica

Un nuevo estilo jondo

Lo último