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Crítica de Teatro

Extraordinario Héctor Alterio

El sistema de puntuación por estrellas de las críticas de los periódicos que sirven para orientar a los espectadores se queda inevitablemente corto ante el monumental trabajo de Héctor Alterio en esta obra que tiene mucho de homenaje a todos aquellos que sufren de alzhéimer ya sea padeciéndolo como enfermedad, ya sea padeciéndolo como familiar del paciente aquejado por esta muerte en vida que va borrando de la memoria los recuerdos de nuestra existencia.

Sinceramente El padre, del francés Florian Zeller, no tiene defectos. Es un barco perfectamente dirigido por José Carlos Plaza, con cinco increíbles actores que dan la réplica al gigante Alterio en una puesta en escena que sumerge al espectador en una especie de juego virtual en el que uno vive en sus propias carnes el avance de la enfermedad, la confusión del propio enfermo, las desdichas de la familia, el horror del camino hacia la nada simbolizado en ese escenario blanco, vacío, de la parte final.

Sinceramente El padre no tiene defectos salvo, quizás, el tema que trata, un horror para los que lo hemos vivido en nuestros familiares y que asistimos sobrecogidos a este documento teatral que nos lo hace revivir. Afortunadamente, ni Plaza, ni Alterio, ni sus compañeros caen en ningún momento en la sensiblería y eso se agradece en el alma, lo que no impidió anoche que el patio de butacas se llenase de llantos.

El cierre del telón arrancó los aplausos de un teatro que saltó de sus asientos para, en pie, rendir pleitesía a un maestro de ochentaytantos años que demostró, para regocijo de todos, poseer una memoria prodigiosa y una sabiduría teatral inabarcable.

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