A.I.M. | Crítica de Danza

A.I.M., con el eclecticismo por bandera

Una imagen de la coreografía 'The Quiet Dance' en el Teatro Romano de Itálica.

Una imagen de la coreografía 'The Quiet Dance' en el Teatro Romano de Itálica. / Lolo Vasco

De la guitarra flamenca y la banda de cornetas y tambores del pasado martes pasamos esta semana a la más genuina danza americana: una compañía fundada por Kyle Abraham, un joven coreógrafo en alza en EEUU que ha logrado reunir un conjunto de bailarines de distintos géneros, haciéndolos bailar y confrontarse con las músicas que más han influido en su vida y en su formación artística.

El programa, sin ningún tipo de pretensión narrativa o nexos de unión, lo integran cuatro coreografías en las que los lenguajes musicales y dancísticos –jazz, afro, beat, break…- y los bailarines se mezclan sin empacho logrando una entidad colectiva –en la que no faltan solistas- muy al estilo de los vídeo-clip americanos.

Así, la primera coreografía, Strict Love (firmada en 1994 por Doug Varone y reinterpretada por Alex Springer), nos presenta un extraño universo posmoderno en el que disfrutamos las consignas de un Broadcast radiofónico, con canciones que todos (los mayores, se entiende) hemos bailado de Jackson 5, Diana Ross etc., interpretadas con un gran dinamismo por los siete bailarines de la compañía.

En contraste, The Quiet Dance, coreografiada por Abraham en 2011 utiliza la fantástica versión realizada por el pianista Bill Evans de la célebre Some Other Time de Leonard Berstein para, haciendo honor a su título, sumergirnos en la paz y la fluidez de los brazos de un quinteto –con el propio Abraham como solista- y trasladarnos a un mundo de armonía que no abandona en ningún momento las apaciguadoras notas del piano.

La tercera pieza, también de Abraham, fue Show Pony. Un solo creado el año pasado para probar la bravura de su intérprete, la extraordinaria Tamisha Guy (Premio Princesa Grace). Con un maillot ajustado que no dejaba ocultar nada, precisa hasta el límite, Tamisha demostró que la formación clásica puede casar con cualquier tipo de danza, incluso callejera.

Y para cerrar la velada Drive, coreografiada por el director, junto a sus bailarines, por encargo del City Center de Nueva York para el Festival ‘Fall for Dance’ 2017. De nuevo, los siete componentes de la A.I.M. entregándose a una música y a unas danzas urbanas a las que, en esta ocasión, se unió una poderosa y atrevida iluminación –con potentísimos focos dirigidos a veces al público- que nos trasladaba al ambiente de cualquier gran club nocturno de la ciudad de Nueva York. Ecléctica, como todo el espectáculo, y con un extraño final, destacan en Drive algunos dúos cercanos al break-dance realmente espectaculares.

Tras su paso por Itálica, A.I.M. (nombre procedente de su antigua denominación, Abraham In Motion) estará el próximo martes en el Festival Grec de Barcelona.

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