Ever after | Crítica de Danza

Gerspacher y Tanate, mucho más que dos

La pieza habla de lo bueno que es compartir, a pesar de las dificulatades.

La pieza habla de lo bueno que es compartir, a pesar de las dificulatades. / Festival de Itálica

El siempre fascinante monasterio de San Isidoro del Campo sigue siendo, un año más, el contenedor ideal para las propuestas de menor formato del Festival de Itálica. Y la primera en ocuparlo ha sido Nadine Gerspacher, una bailarina alemana afincada desde hace años en Barcelona, donde en 2011 creó su propia compañía junto a Anna Fontanet Bassas y Helena Canas Estremera. Gerspacher ha sido también la elegida este año para abrir la nueva sección de calle del Festival (el lunes en la Casa de la Provincia y el miércoles en los jardines del Cristina) con su trabajo Nua.

En Nua, la alemana mostraba sus estupendas dotes de bailarina y, sobre todo, su gran expresividad. Cualidades que conserva en esta pieza de larga duración, Ever after, y comparte con su compañero Jefta Tanate, con el que forja una tierna historia de amor llena de pequeñas microhistorias no siempre demasiado comprensibles. A veces, nos preguntamos si la pieza corta no se habrá convertido en la fórmula perfecta para la mayoría de los trabajos –solos y dúos sobre todo- de danza contemporánea.

Ever after es la historia de dos personas muy diferentes que descubren lo bueno que es compartir y el esfuerzo que cuesta en ocasiones, aunque siempre valga la pena porque, como decía Benedetti y cantaba Nacha Guevara: “… en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”. A partir de esa idea, claramente estirada e irregular en su desarrollo dramatúrgico, aunque muy bien acompañada por una banda sonora en la que no falta un diálogo hablado en off, se muestra lo mejor de la compañía que es su trabajo corporal. A la danza y al teatro físico, Tanate une sus dotes de mimo, al estilo Chaplin, en toda la escena primera en la que se pelea con su chaqueta para mostrar su carácter patoso y tímido; el de un solitario que añora –y así lo canta y se canta- tener a alguien en quien posar ‘los ojos en los ojos y la mano en la mano’. Gerspacher, fantástica bailarina, añade por su parte un carácter impulsivo y un rostro lleno de expresividad. Las mejores escenas surgen sin duda de esa fisicidad que los caracteriza, como cuando giran y giran a toda velocidad en un abrazo interminable con el que intentan conjurar a ese mundo hostil que a veces se empeña en obstaculizar el amor.

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