Cultura

El Guggenheim de Bilbao recuerda el efervescente París del fin de siglo

  • Obras de Bonnard y Toulouse-Lautrec repasan los logros de neoimpresionistas, simbolistas y 'nabis'

Un hombre observa 'La catedral de Gisors vista desde el canal de los curtidores', de Maximilien Luce.

Un hombre observa 'La catedral de Gisors vista desde el canal de los curtidores', de Maximilien Luce. / luis tejido / efe

El Museo Guggenheim Bilbao exhibe la efervescencia política y creativa que se produjo en el París de finales de siglo XIX, que dio origen a movimientos pictóricos de vanguardia como los neoimpresionistas, los simbolistas y los nabis (profetas, en hebreo).

La exposición, titulada París, fin de siglo. Signac, Redon, Toulouse-Lautrec y sus contemporáneos, esta compuesta por un total de 125 cuadros, muchos de los cuales no se habían mostrado nunca antes al público ya que, en su mayoría, pertenecen a coleccionistas privados que los han prestado para la ocasión, según reveló el director del centro expositivo, Juan Ignacio Vidarte.

Algunas de estas pinturas son consideradas obras maestras de los artistas más significados de cada uno de estos tres movimientos pictóricos de vanguardia como Georges Seurat y Paul Signac (neoimpresionistas), Odilón Redón y Maurice Denis (simbolistas) y Pierre Bonnard, Edouard Vuillard y Henri Toulouse-Lautrec (nabis).

La muestra se abre con el cuadro titulado Nenúfares, del impresionista Claude Monet, de 1914, artista que, aunque no perteneció a ninguno de estos movimientos, era considerado como un "héroe" para muchos de los artistas encuadrados en los mismos, según ha explicado la comisaria Vivien Greene.

Para la especialista, los tres movimientos pictóricos de la década final del siglo XIX fueron claves para lo que se considera el arte moderno que surgió en el siglo XX. Los neoimpresionistas reflejaron en sus obras el auge de las ideologías socialista, comunista y anarquista en el París de finales de siglo y las turbulencias sociales y políticas que se vivieron entonces. "Eran todos de izquierdas", remarca Greene.

Los simbolistas, por su parte, recogieron en sus obras el resurgimiento de la espiritualidad, el sentimiento católico, de derechas y antisemita de la sociedad francesa, en contraposición a las izquierdas, mientras los nabis fueron los "más alegres" de los tres movimientos y los que mejor reflejaron en sus obras la vida bohemia de la capital francesa. "Pero todos ellos coincidieron en considerar que el arte podía mejorar la vida de las personas", agrega la comisaria de la muestra.

Entre las obras que se exponen, destaca Saint Briac. Les balises Opus 210 (1890), de Paul Signac, un paisaje pintado mediante la técnica del puntillismo que refleja los faros existentes a la salida del río en la localidad de Saint Briac, que comparte sala con dos obras de 1886 y 1888 del impresionista Camille Pissarro. El universo desasosegante de Odilon Redon convive en el Guggenheim con las litografías coloristas creadas por el más conocido de los artistas de la corriente nabi, Henri Toulousse-Lautrec, dedicadas a locales y personajes de la vida nocturna parisina.

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