Como su amigo Petroff, el bailarín malagueño afincado en Sevilla Manuel Cañadas sólo quiere bailar. Lo que ocurre es que su inquietud y su amor por el flamenco lo llevan a colaborar con otras compañías -como la de La Choni en la pasada Bienal de Flamenco- y poner en barbecho la suya propia, con la que ahora presenta un nuevo trabajo, subtitulado Coreografía panfletaria para momentos de crisis.
El bailarín, cercano ya a la cuarentena, entra en crisis y creyendo no tener otra historia, abre su herida, pone la danza en el centro y, con su generosidad habitual, saca de sí todos sus fantasmas: las consignas de sus maestros, los consejos de los críticos, las peticiones de sus amigos... y crea un variado y colorido espectáculo en el que no faltan los muñecos -delicioso su Petroff-, las voces en off, los ritmos flamencos y copleros y mil recursos organizados por la mano de Belén Larios.
Al final, sin embargo, es él mismo y no la parafernalia lo que nos conquista, el bailarín tan personal, el actor -un Buster Keaton mucho más elástico- que teatraliza sus historias en el mejor sentido, ya divirtiéndose con la hermosa sombra que lo refleja, ya girando con su maleta marrón, como si fuera a despegar, ya pasando de la ternura a la autoironía del bufón que está dispuesto a ser para que el público no pierda su sonrisa.
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