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Judith Jáuregui & Signum Quartet | Crítica

Así en la paz como en la guerra

El Cuarteto Signum

El Cuarteto Signum / D. S.

Los Preludios de la Op.2 de Shostakóvich son piezas de un niño de 13 años que se entretiene jugueteando con las teclas blancas y negras, por las que corretea en alegres cabalgadas rítmicas que avanzan algunas de sus obsesiones de adulto, pero sólo eso. Judith Jáuregui las toca como lo que son y pasa rápida por ellas.

Detrás espera una obra intensa del niño ya hecho hombre, su Cuarteto nº9, obra tardía (1964), que en los arcos del Signum Quartet adquiere una dimensión caleidoscópica, del meditativo y oscuro arranque al vibrante, por momentos casi delirante, final. El conjunto alemán enfatiza los contrastes, deja las disonancias al desnudo, marca las aristas y los acentos hasta hacer de este Shostakóvich maduro un músico aún en guerra con sus fantasmas.

Veinte años antes (1944), cerca ya del final de una guerra mucho más real y mortífera, refugiado en Moscú, su joven amigo judío-polaco Mieczyslaw Weinberg (24 años de edad) compuso su Quinteto con piano, una imponente obra de 50 minutos de duración que empieza aferrada al neoclasicismo, pero transita enseguida por mundos sonoros tan diversos como el cabaret, el klezmer o el folk eslavo, dejando un desolado grito de angustia en su oscuro y opresivo Largo. La obra, en la que no dejan de hallarse marcas shostakovichianas, es de una apasionada energía y resulta notablemente exigente para los cinco intérpretes. Jáuregui y el Signum ofrecieron de ella una interpretación de entraña hondamente dramática, matizada con brillantez en sus pasajes más extravertidos.

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