Una gran emoción política | Danza

Los recuerdos de María Teresa León

  • La creadora malagueña Luz Arcas coreografía la autobiografía de la escritora,  'Memoria de la melancolía', en un espectáculo para 13 intérpretes que La Phármaco presenta en el Teatro Central. 

Un momento de la puesta en escena de 'Una gran emoción política'.

Un momento de la puesta en escena de 'Una gran emoción política'. / Virginia Rota

Phármakon es un término griego que tiene un doble significado: veneno y remedio; o lo que es lo mismo, algo que puede dar vida o puede matar. Y eso fue lo que llevó a Luz Arcas, bailarina malagueña formada en dirección de escena en la Resad de Madrid, a fundar La Phármaco, una compañía con la que viene mostrando sus inquietudes y su enorme talento desde 2009.

Tras experimentar con diferentes lenguajes en trabajos como El monstruo de las dos espaldas (creadas en 2010, a partir del mito del andrógino), un encuentro fortuito marcará la incorporación a la compañía del poeta madrileño Abraham Gragera, con el que, a partir de la pieza Sed erosiona, Arcas comparte, entre otras cosas, la dirección artística y escénica de la compañía.

En su haber tiene ya más de una docena de obras, como La voz de nunca, con la que obtuvo el premio Lorca a la Mejor Intérprete Femenina de Danza y el premio Ojo Crítico de la Danza, Kaspar Hauser. El huérfano de Europa (finalista en los Premios Max de 2017) o Miserere. Cuando la noche llegue se cubrirán con ella, que se pudo ver en el Monasterio de San Isidoro del Campo, dentro del Festival de Danza de Itálica 2017. Su afán por explorar contextos distintos para los cuerpos, la ha llevado también a bailar en espacios no teatrales, como los museos, y a desarrollar proyectos pedagógicos en países como Guinea, El Salvador o La India.

Como creadora, Luz Arcas ha preconizado siempre el uso del cuerpo, instrumento primordial de la danza, como mensaje y no como objeto individual. De ahí su interés por ese cuerpo colectivo que ha tratado de desarrollar y del que Una emoción política constituye sin duda uno de sus mayores retos.La pieza, estrenada el pasado año en el teatro Valle-Inclán de Madrid, inauguró el ciclo del Centro Dramático Nacional “En letra grande”, creado con el objetivo de recuperar a figuras olvidadas –casi todas mujeres– del teatro o la vida cultural española.

“Cuando recibimos la propuesta, nos acercamos a la vida y la obra de Mª Teresa León y, finalmente, elegimos su autobiografía Memoria de la melancolía porque en ella no habla de sí misma como persona sino del paisaje que la rodea, de la guerra civil, del exilio… Con este trabajo hemos querido reivindicarla como pensadora y como voz fundamental del siglo XX. María Teresa León fue una auténtica visionaria, una líder en sus obras y en su vida ya que se divorció, fue periodista, defendió el aborto en algunos casos y, sobre todo, luchó sinceramente y sin descanso por un mundo mejor en el que imperase la justicia social. Algo que contrasta evidentemente con esta especie de nihilismo que estamos viviendo, esta falta de fe en que el mundo puede ser mejor”, contaba ayer a este medio la creadora malagueña.

María Teresa León (1903-1988), en efecto, aunque oscurecida por la marginación y la incomprensión de la dictadura, fue una gran escritora de la Generación del 27 que, tras haber sido expulsada de su colegio burgalés por querer hacer el Bachillerato, logró estudiar en la Institución Libre de Enseñanza y fue la primera en obtener un doctorado en Filosofía y Letras. Su activa participación en la Alianza de Intelectuales Antifascistas y su lucha por defender los derechos de los desheredados la obligaron a exiliarse durante 38 años junto a su segundo marido, Rafael Alberti. Por fin, en 1977, la pareja regresaría a España, pero por desgracia el Alzheimer había comenzado ya a borrar los recuerdos de la escritora.

La propia Luz Arcas encarna a la escritora en un solo que deja paso luego a la representación de sus recuerdos

Memoria de la melancolía, escrita entre 1966 y 1968 y publicada en la mítica editorial argentina Losada, constituye pues la base de este espectáculo que ha contado con trece intérpretes entre bailarines, actores y músicos y que, según su coreógrafa, “es una obra escénica total en la que algunos textos (no demasiados) se unen con la música, el folklore y la danza. Porque hay mucha danza en ella. El proceso ha sido muy duro ya que acababa de parir a mi hija y tenía que dirigir, coreografiar y bailar, pero también muy gratificante. Yo bailo un solo al principio en el que encarno a Mª Teresa antes de dar paso a un segundo acto, más largo, en el que aparecen sus recuerdos, unos episodios que toman la forma de cuadros y coreografías grupales porque, por encima de todo, muestran su visión del mundo. La colectividad era muy importante para ella, y también para mí ya que una de mis obsesiones ha sido siempre el cuerpo colectivo, el cuerpo como entidad perteneciente a una comunidad”.

Entre las numerosas escenas a las que ha dado vida La Phármaco se verá una riña inspirada en un cuadro de Goya, la recreación de una trinchera, un bombardeo, la célebre operación de salvamento de los cuadros del Museo del Prado, de la que León fue la encargada, o el emocionante discurso radiofónico –recuperado íntegramente– que la activista dirigió a las mujeres madrileñas al comienzo de la guerra.

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