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Cultura

Lirismo que no rehúye el frenesí

Concuerda. Guitarra y composición: Santiago Lara. Percusión: Perico Navarro. Cante: El Londro. Baile: Mercedes Ruiz. Palmas y coros: Javier Peña. Piano: Miguel López. Lugar: Teatro Alameda. Fecha: lunes, 27 de septiembre. Aforo: Lleno.

Santiago Lara ofreció en su concierto del lunes los temas de lo que será su segundo disco, de próxima aparición, Concuerda. Un estreno, efectivamente, un estreno real al fin: músicas nuevas, nuevas variaciones melódicas, en algunos casos sobre moldes rítmicos y armónicos que el tocaor nunca antes había transitado: por ejemplo la farruca, que el tocaor hizo de una manera muy personal, muy íntima, huyendo de algunos de los efectistas lugares comunes habituales en este palo, o la granaína, donde, a pesar de utilizar algunos de los recursos clásicos de Ramón Montoya, ofreció un buen ramillete de falsetas nuevas que, con todo, tenían un reconocible aire a este palo.

No obstante, su estilo musical, una vez alcanzada la madurez, permanece intacto. Si acaso, los temas se presentan más redondos, con más contundencia musical, rítmica. El ritmo es una de las bases en que se fundamenta el toque de Lara, pues han sido muchos años de dedicación al baile. Su buen hacer en esta faceta se puso de manifiesto en el concierto con el acompañamiento que ofreció al baile de Mercedes Ruiz, que hizo la farruca con el traje masculino, seguiriya y una soleá completa.

El concierto fue algo más largo de lo que suele ser habitual en el mundo de la guitarra pero con todo creo que Lara cedió demasiado espacio al baile. No porque me disguste el estilo de Mercedes Ruiz, que estuvo todo lo frenética y exacta que en ella es habitual, sino porque tenía ganas de más falsetas nuevas de la marca Lara.

Porque ese es el otro sustento del toque de Santiago Lara: su capacidad para componer emotivas melodías, directas, que no obstante suenan contemporáneas. Es, acaso, el más reputado discípulo de Sanlúcar entre todos los tocaores de su generación. Sus falsetas responden a un discurso lírico, con mucho color, que no se desdibuja en el frenesí del compás.

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