CORO DE CÁMARA DE SEVILLA | CRÍTICA

Memoria musical de la ausencia

Solistas, Coro de Cámara de Sevilla y su directora.

Solistas, Coro de Cámara de Sevilla y su directora. / Lucas Gómez

Santiago Lusardi Girelli falleció en el pasado mes de mayo en Goa, en esa India que tanto amó, en la que escogió vivir y donde la muerte le alcanzó en forma de virus. Pero antes, durante una década, dejó una imborrable huella en Sevilla como músico especializado en el barroco, en el europeo y en el colonial, tanto el americano como el resultante de la fusión de la tradición portuguesa y la autóctona de la región de Goa. En Sevilla creó este Coro de Cámara de Sevilla que con este concierto repite el homenaje con el que recordó a Lusardi a través de sus páginas bachianas favoritas.

Obras que precisamente suponen tres reflexiones sobre la muerte y la memoria, sobre la sombra que deja nuestra presencia en esta tierra más allá de las puertas de la vida, al son de algunas de las músicas más conmovedoras nacidas de la mano de Bach, con quien tanto amaba Lusardi.

Bajo la dirección de María Jesús Pacheco, curtida coralista, el conjunto coral sonó con un relevante empaste de variados colores según lo requiriese el sentido de los sonidos, como se vio en el coro inicial de la cantata BWV 131, con el paso de los tonos más oscuros en Aus der Tiefen a los más brillantes a partir del cambio de ritmo señalado por la invocación Herr! Señalemos también la claridad en las texturas polifónicas.

Rocío de Frutos prestó al recuerdo su sensibilidad en el fraseo y en la acentuación. Correctos los demás solistas vocales. Hubo desencuentros entre los dos oboes y las dos violas da gamba, aunque Jacobo Díaz estuvo luego soberbio a solo en la BWV 131.

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